G-SJ5PK9E2MZ SERIE RESCATE: septiembre 2018

sábado, 1 de septiembre de 2018

LA LÓGICA CRÍTICA DE CARLOS VAZ FERREIRA

El siglo XX asiste a un rejuvenecimiento extraordinario de la lógica formal, así como a su mayor desarrollo en la historia. Aristóteles ha quedado atrás, por primera vez de una manera definiti­va. Pero este fenómeno es paralelo a otro: el del nacimiento de una nueva lógica, insinuada ya en el siglo XIX, aparentemente contraria pero en verdad complementaria de la lógica formal. Esta nueva ló­gica vino a llamarse, curiosamente, lógica informal. Vaz Ferreira, sin que haya señales de que estuvie­ra al tanto de este nacimiento, presentó una nueva lógica que llamó “lógica viva”. La lógica formal prescinde de los significados y fija el valor de verdad de las proposiciones sólo en el orden sintáctico. Entre los propósitos de la lógica viva, en cambio, está el estudio de significados léxicos y proposicio­nes que tienen un papel importante en el origen de las confusiones y errores o paralogismos. Por esta razón la lógica viva es una lógica informal, pero también una semántica filosófica, ciencia que se ge­nera en Europa unas dos décadas después de aparecer la obra central de Vaz Ferreira y que da lugar al famoso “giro lingüístico” de la filosofía. Por otra parte, Vaz Ferreira despliega la misma y novedosa forma de hacer filosofía en el plano de la moral.

1. VAZ FERREIRA Y LA CIRCUNSTANCIA



Carlos Vaz Ferreira nació en Montevideo en 1872 y falleció en la misma ciudad en 1958. Fue educado por su familia e ingresó a la Universidad en 1888, a los 16 años, con el certificado de un maestro. En 1894 ya era Catedrático sustituto en el Aula de Literatura de la Sección de Enseñanza Secundaria de la Universidad. En 1897, a los 25 años, gana por concurso la Cátedra de Filosofía de la Universidad, cuyo rector era Alfredo Vásquez Acevedo.
En el juego de las ideas que se procesó en el siglo XIX en el Uruguay, Vásquez Acevedo repre­sentó una de las corrientes filosóficas que mayor gravitación alcanzó en la historia del Uruguay, en casi todos los ámbitos: el positivismo. Aunque no fue filósofo ni profesor ni divulgador de filosofía, intro­dujo esa tendencia en la Universidad y fue su jefe indiscutido. Se trataba de los coletazos de la obra de Heriberto Spencer, no plenamente la de Comte, filón que había sabido introducir en nuestro medio José Pedro Varela. Un célebre rector anterior, hermano de un presidente de la República, Plácido Ellau­ri, defendió la escuela ecléctica del espiritualismo de Victor Cousin, que tuvo también sus horas de he­gemonía.
Spencer escribió los Principios de psicología algunos años antes de la publicación de la obra capital de Darwin. En estos Principios se presenta la idea de “evolución” como clave interpretativa de la realidad. Esta idea perturbó muchos ánimos, despertó muchos entusiasmos y constituyó un trasfondo fundamental de la querella filosófica decimonónica.
En el Uruguay el positivismo se enfrenta al espiritualismo y domina el debate universitario. El ingreso de Vaz Ferreira en la cátedra representa el final de ese debate; no porque combatiera esas co­rrientes sino porque acarreaba un bagaje importante de inquietudes y de ideas propias, principalmente de formas de plantear problemas, totalmente nuevas. No combatió ni tomó posición frente a las que ha­bían gravitado en el siglo XIX y que todavía mantuvieran alguna frescura. No adoptó el racionalismo ni el positivismo, ni se ocupó de alguna nueva tendencia, alternativa que habría podido adoptar perfecta­mente, porque emergían efervescentes en Europa y en Norteamérica.
Su visión supone el tratamiento de los problemas fi­losóficos desde un estado inicial independiente o, según creía, lo más independiente posible de las opi­niones anteriores, escuelas y filosofías. Y, aunque se sabe que este supuesto es casi impracticable, Vaz Ferreira produjo una filosofía original, liberada de sus antecedentes, aunque ellos gravita­rán de todos modos, especialmente William James, John Stuart Mill y Henri Bergson (hasta donde sa­bemos), algunos de cuyos aspectos pedagógicos y prácticos fueron inmediatamente captados por sus contemporáneos a través de sus publicaciones y conferencias.
El estudio de esta filosofía presenta el curioso aspecto de que los consecuentes son tan importantes como los antecedentes, el panorama fi­losófico anterior tanto como el que viene después. Este último es el que permite entenderla claramente. Es la filosofía que asoma en Europa, sobre todo en el área anglo y germano parlante (y escribiente), la que ayudará a entender el sesgo (no más que el sesgo) que tomará la de Vaz Ferreira.
Este hombre ocupó toda su vida con la reflexión pedagógica y tal vez fue la que gravitó en sus preocupaciones con ma­yor peso. Prestó atención a los problemas de la enseñanza primaria, de la enseñan­za secundaria y de la universidad. En el nivel de la enseñanza superior distinguió un gran vacío: el que se creaba entre quienes sentían una gran vocación y un afán de conocimiento desinteresado.
El sistema formal, pensó, tenía que abarcar el conocimiento desinteresado, que se enriquece porque ya no respon­de a una urgencia directa de la sociedad, como el del profesional, sino a una urgencia de la ciencia mis­ma, de la ciencia experimental o de la ciencia en general o de las ciencias históricas y del hombre. Esta enseñanza tiene que ser satisfecha fuera de la urgencia social, atendida por la Universidad y las profesiones liberales.
Esta visión liberal de grandes aspiraciones se instaló en la Universidad con Vaz Ferreira como rector, y quizá nunca estuvo mejor representada. Entendía la enseñanza superior como un contenido es­piritualmente superior, intelectualmente superior, por lo que puede tener su presencia en cualquiera de los niveles de la enseñanza. Es posible que no se haya entendido todavía el concepto de enseñanza superior en la escuela, por ejemplo, algo sencillo de entender para lo que basta con pensar en los designios fundamentales de la educación, en los valores, en la misión de formación intelectual tanto como espiritual de la enseñanza.
Las ideas de Vaz Ferreira, y también los esfuerzos prácticos realizados con empeño y perseverancia, lograron el respaldo del Estado y la fundación de la Facultad de Humanidades y Ciencias en 1945, de la cual fue director primero y luego decano.
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2. VAZ FERREIRA Y LA LÓGICA


El siglo XX asiste a un rejuvenecimiento extraordinario de la lógica formal; también a su mayor desa­rrollo y aun a una rápida maduración, como esta ciencia no vivió en ninguna otra época. Aristóteles ha­bía quedado atrás por primera vez de una manera definitiva. Pero, este fenómeno fue paralelo a otro: el nacimiento de una nueva lógica, insinuada ya en el siglo XIX, aparentemente contraria pero en verdad complementaria de la lógica formal. Vino a llamarse, extrañamente, lógica informal. Vaz Ferrei­ra, sin que haya señales de que estuviera al tanto de este último nacimiento, presentó una nueva lógica, que llamó “lógica viva”, cuya concepción habría bastado para que su inventor pasase a la historia de la filosofía.
Como se sabe, esta lógica viva no guarda parentesco directo con la lógica formal tradicional, en principio, porque no es formal. Esto quiere decir que no es una ciencia axiomática, basada en la for­ma, que da razón de ser a las ciencias axiomáticas, como la lógica simbólica contemporánea y la mate­mática. La lógica formal estudia las proposiciones ya hechas, establece los principios y elige las reglas según los cuales las posibles combinaciones resultan falsas o verdaderas. Prescinde, pues, de sus significados, y entiende el valor de verdad sólo por el orden sintáctico, que es un orden estrictamente simbólico.
Si la lógica asigna verdad a una proposición, es porque esa verdad ya viene establecida desde fuera. La proposición “el cielo se nubla cuando llueve” toma su valor de verdad de la observación común o de otras ciencias, no de la lógica. La lógica adopta ese valor y luego establece el valor de verdad de sus posibles implicaciones con otras proposiciones, que poseen el mismo valor o el valor contrario. En este sentido, Paul Lorenzen dijo que la lógica formal es “la ciencia de las implicaciones de las formas de enunciado” (citado por Alfredo Deaño, 1980: 338).
Ahora bien, entre los varios designios de la lógica viva se encuentra el estudio de cómo se combinan, se sobreponen e influyen entre sí las proposiciones del lenguaje común, y también del filosófico, estudio en que quedaría circunscripto el terreno propio de la lógica. Pero también se encuentra el estudio de los significados de ciertas pa­labras y el alcance de algunas ideas, propósitos e intenciones del hablante, que tienen un papel importante en el origen de confusiones, errores o paralogismos, como gustaba decir Vaz Ferreira. De manera que la lógica viva se despliega más bien en el plano de la lógica informal, con la mira puesta no sólo en la combinación formal de los signos sino también en el juego de planos y campos de significación lingüística, de la que también se ocupa la semántica fi­losófica y la filosofía lingüística.
Se podría suponer, y existe por cierto quien lo ha supuesto (el mexicano Jorge J. E. Gracia), cierto desdén por parte de Vaz Fe­rreira respecto a la lógica formal. Esto explicaría la búsqueda de un nuevo camino para esta ciencia. Pero, en realidad, la génesis de la lógica viva es bien diferente, como supo demostrarlo el doctor Arturo Ardao (Ardao, 1972). Aunque la dimensión lógica del pensamiento humano era para él de orden primordial, no encontró sin embargo en su campo estricto suficiente aliento como para inmiscuirse en ella y convertir­se en un lógico puro. Vaz Ferreira llega a la lógica casi sin darse cuenta; no como búsqueda desde la misma lógica sino más bien desde la psicología. Fue en sus principios, y esencialmente, un psicólogo. Y un psicólogo en busca de nuevos caminos. Escribió unos Apuntes de Lógica Elemental en 1899, es verdad, pero no en calidad de lógico sino de profesor de lógica, que no es lo mismo. Estaba consciente de algunos problemas en los campos teóricos de las dos disciplinas. También escribió, en el año de su nombramiento, un Curso expositivo de psicología elemental, de gran circulación, incluso en Argentina.
Si bien esta obra se presenta actualizada, en un nivel semejante a la psicología que cultivaban un Paul Janet o un Wilhelm Wundt en Europa, de todos modos trasunta la dubitación de su autor, quien no estaba total­mente seguro de su oportunidad y pertinencia. No estaba seguro de la transferencia de potestades que impulsaba el positivismo desde las ciencias a los dominios del saber no estrictamente observacionales y experimentales, y reclamaba por una ciencia que esclareciera el problema de lo mental. En “Psicología y fisiología”, por ejemplo, ensayo publicado en los Anales de la Universidad en ese mismo año de 1897, afir­ma: «adquiere su razón de ser una ciencia que se ocupe, no de los estados de conciencia aisladamente, como la Psicología propiamente dicha; no de los fenómenos materiales aisladamente, como las ciencias física y biológicas, sino de las relaciones entre unos y otros fenómenos» (CVF, 1897: I, 115). Tanto duda el autor del Curso que termina suspendiendo sus reediciones (la séptima y última es de 1917). El Apéndice de esta última edición se despacha sin rodeos al respecto: «El que se penetre de ciertas ten­dencias nacientes y probablemente fecundísimas de la psicología actual, siente que se prepara un cam­bio considerable en nuestro concepto de lo mental» (CVF, 1917: 260).
Vaz Ferreira se interesó, pues, por la dinámica mental, por el quehacer intrínseco del pensamiento. De manera que se puso a la búsqueda de una descripción de conjunto de aquello que la lógica del siglo XIX presentaba en compartimentos estancos (el juicio, el concepto, el razonamiento, el silogismo). Entrada la segunda mitad del siglo XX todavía se enseñaba lógica si­guiendo estas directivas, en textos estudiantiles como los de Bersanelli, Fatone o Fingerman (sin que ello significara menoscabo). Vaz Ferreira había superado ampliamente esta modalidad medio siglo antes, y tiene que llegar la década del setenta para que se adopte un texto como el de Irving M. Copi, y la del noventa para que se divulge el de Guillermo A. Obiols.
Del mismo modo, y en el territorio de la psicología, intentó superar el dualis­mo cartesiano y la simple introspección. Quería atrapar la operación mental en el mismo momento en que se producía, sin estereotipos, antes de que sus movimientos se convirtieran en muestras de museo. Y el mejor plano de observación le resultaba el lenguaje corriente, hablado o escrito, que, aunque tien­de a esquematizar el pensamiento, permite mostrar algunas de sus particularidades negativas.
El funcionamiento lógico de la mente fascinó a Vaz Ferreira, pero sobre todo en el sentido de la forma en que influye en la comprensión, en la comunicación, en la interlocución, en la vida común de los hombres. Allí se ve afectado, con mayor frecuencia de lo que se sospecha, por múlti­ples desviaciones y usos lingüísticos inconvenientes o erróneos, que muy frecuentemente se pasan por alto. La filosofía europea pondrá este problema en un sitial de honor unas décadas más tarde.
Como dice Ardao, Vaz Ferreira intentó echar luz sobre «los aspectos psicológicos del entendi­miento racional». Se acercó a la ciencia, distinguiendo lo aprovechable del positivismo, desde que la especulación por la especulación no era de su agrado. Pero respetó la metafísica, ámbito secular de es­peculación, porque encontraba en ella el control y el factor liberador y expansivo del pensamiento (existe este mismo respeto en la concepción filosófica de Figari). Tal vez la mayor contribución (o descubrimiento) de la lógica viva es el que Vaz Ferreira llamó “grado de creencia”. Es una posición mental o estado de conciencia que constituye el equilibrio entre la ciencia y la metafísica. Es una de las nociones claves de su pensamiento. Aquello que en la práctica regula el grado de creencia es la otra no­ción fundamental: la experiencia. Ha sostenido Ardao que Vaz Ferreira es el fundador de la filosofía de la experiencia en el Uruguay.




3. VAZ FERREIRA Y EL LENGUAJE


A comienzos del siglo XX la lógica procuraba deshacerse de la psicología, la psicología procuraba eva­dirse de la filosofía y la filosofía procuraba desembarazarse de la metafísica. Vaz Ferreira representó este triple esfuerzo en el Uruguay, aunque desechó cualquier posición extrema en cualquiera de esos propósitos. Era necesario advertir la carga de psicología y de lógica que oscurece el razonamiento en el plano común tanto como en el filosófico. Empezó a interesar a Vaz Ferreira la forma del pensamiento, más allá del contenido, y esta forma no era otra que la que configuran la forma lógica y la forma lin­güística.
Tocó al siglo XX presenciar la invasión de la filosofía por parte de la ciencia del lenguaje. El método de elucidación de los problemas, que llamó «análisis reflexivo del significado de las frases» (CVF, 1907: II, 123), permitía estudiar el aspecto oculto del pensamiento, la operación que articula lo mental consciente, lo racional, lo mental inconsciente, lo psicológico y el flujo de las percepciones. Es mérito de este filósofo haber reunido en su discurso sencillo estos complejos planos del pensamiento, en el esfuerzo del hombre por comprender la realidad individual y social.
Las relaciones entre el lenguaje y el pensamiento representan un motivo quizá único en la Amé­rica Latina de su tiempo. El problema del determinismo, crucial en la época, es otro de ellos; se permite distinguir entre los problemas de la libertad, que se refieren a seres, y otros problemas, inherentes al de­terminismo o al indeterminismo, que se refieren a actos o a hechos o a «momentos de devenir». Esto es, se permite sostener que se trata de problemas diferentes. Para comprender cabalmente los hechos de la vida corriente es necesario atenerse a los fenómenos del lenguaje, en especial a aquellos que esconden inconvenientes léxicos, sintácticos y semánticos. Muchos problemas de fondo están mal formulados y, en este sentido, se ha dicho que la filosofía de Vaz Ferreira es una filosofía del error (Claps, 1950: 12).
Pertrechado de un fértil aparato de discernimiento entre conceptos y realidades, Vaz Ferreira incursiona en algunos asuntos centrales del hombre: la educación (enseñanza superior desinteresada y profesional, aprendizaje por escalonamiento y aprendizaje por penetrabilidad), el feminismo (feminismo de igualación y de compensación), la propiedad de la tierra (tierra de habitación y de producción), la conjunción de ideal y acción (diferenciación entre problemas normativos y problemas explicativos), el problema social (elección entre igualdad y libertad, entre individualismo y socialismo), filosofía primera (pensar por sistemas y por ideas a tener en cuenta), ética (escepticismo de ignorancia y de contradicción, optimismo de valor y de éxito), religión, para él el más capital de los problemas (legitimidad de la ignorancia y de la trascendencia).
Desde 1908 Vaz Ferreira presiente la necesidad de establecer estas puntualizaciones: escribe “Un paralogismo de actualidad”. Este texto es la señal que anuncia la Lógica viva. «El paralogismo consiste en atribuir a la realidad las contradicciones en que a menudo se incurre, y muchas veces es for­zoso incurrir, en la expresión de la realidad; en transportar la contradicción, de las palabras a las cosas, en hacer de un hecho verbal o conceptual, un hecho ontológico» (CVF, 1908a: X, 144). Por ejemplo: «¿Pedro es malo? Un momento; veamos: esto es demasiado sencillo, y Pedro no es tan fácil de juzgar. Sin duda, Pedro ha tomado parte en dos o tres incidentes personales en que me consta que no fue el agredido; recuerdo hasta que fue preso y condenado por uno de ellos... pero, por otra parte, es hombre de una probidad intachable; escrupuloso en sus negocios, caritativo, sobrio. No es fácil decir lo que es: es malo y no es malo» (CVF, 1908a: X, 146).
Se trata del problema de los grados. Es el problema de no distinguir que las cosas no son blancas del todo ni negras del todo, por decirlo así, que hay grados entre lo blanco y lo negro, y que es imposible pretender que todo sea dado en sólo una de esas modalidades, que son las más fáciles, las modalidades simples de entender el mundo. Pedro no es malo ni bueno; hay un problema de grados. Es un problema común y debe haberle inspirado el nombre para su nueva ciencia, la lógica viva. No ha­bía sido tratado; no formaba parte de ninguna teoría en la época en que Vaz Ferreira perseveraba en es­tas cavilaciones.
En otro escrito de 1908 se refiere a que la ciencia y la metafísica no son dos dominios diferentes, en el sentido en que lo serían si se opusieran entre sí. Hay un grado de evolución en la ciencia y otro en la metafísica, pero no se contradicen. En ese texto encontramos aquellas reflexiones memorables: «Las ideas son como los glo­bos. Nos levantan fácilmente: el problema está en hacerlas dirigibles»; «La ciencia es Metafísica solidi­ficada» (CVF, 1908b: X, 136 y 137).
En su afán por establecer la precisión, la solidez, la indiscutibili­dad del conocimiento, el hombre ha experimentado la necesidad de establecer determinados puertos, ciertas bases sólidas, para que, después de que estemos de acuerdo en ellas, vayamos más allá y avan­cemos en la incertidumbre. La ciencia tiene que establecer algunas certidumbres aunque sean proviso­rias. Ellas se llaman leyes y teorías, formulaciones lógicas, de lenguaje o de matemática, que sirven como base de sustentación de construcciones o teorías consecuentes.
Este es el camino de una lógica que estaba naciendo; el del filósofo montevideano es también un camino: un método, pero también una filosofía. Nace de una incertidumbre, de la polémica entre lo material y lo espiritual, de la oposición y también aporía entre el cuerpo y la mente, entre lo fisiológico y lo psicológico. De cualquier manera que se formule esta disyuntiva, se resuelve, según Vaz Ferreira, advirtiendo el problema de los grados. Este es el punto de vista que prefiere ante el gran dilema de Des­cartes y ante cualquier delimitación estricta o falsamente precisa de los grandes dominios del ser.
En Europa se produce el desbordamiento de estos contenidos en el siglo XX. En líneas genera­les, este desbordamiento sigue dos cauces importantes, que no se reflejan con nitidez en nuestro país (como se reflejaban enseguida las ideas filosóficas europeas en el siglo XIX). Uno lo constituye, a ins­tancias de la filosofía analítica, el del análisis del lenguaje, el análisis de las connotaciones y plurisigni­ficaciones de los signos lingüísticos. Pero esta corriente, obsérvese bien y en relación con Vaz Ferreira, se consolida sólo a partir de la década del treinta, aunque de Saussure brindara su célebre primer curso de lingüística en 1907 y que sirviera de notable espaldarazo para la filosofía (o el de Fritz Mauthner, en 1901 —pero no se da todavía el “giro” que vendrá después. Otro cauce, impulsado por los desarrollos de la lógica y de la cibernética, es el de la lógica informal, en especial el de la lógica borrosa. Las pri­meras manifestaciones de avanzada en este sentido, las de Jan Lukasiewicz y su lógica trivalente, datan de 1917.
Ardao ha señalado que los estudios recientes sobre Vaz Ferreira coinciden en considerarlo un precursor, ya sea de la filosofía lingüística, ya sea de la lógica informal. No hay duda de que ambos de­sarrollos son posteriores a Lógica viva. Y, aunque Vaz Ferreira no tenía del todo claro el “giro” lingüís­tico que alcanzaría la filosofía ni el carácter informal en que derivarían algunos estudios de lógica, de todos modos los intuyó plenamente:
«De esta... insuficiencia verbal o conceptual salió algún sistema de Filosofía; pero no ahondo en el ejemplo, porque, ni tengo seguridad absoluta de lo que ahora estoy pensando al respecto, ni deseo tratar en este artículo cierta cuestión que sería imprescindible poner en claro, y que, para no ahogar el tema principal, estoy evitando penosamente desde el principio; a saber: si la contradicción que resulta ilegítimamente objetivada es un hecho verbal, o si es también un hecho conceptual, y si tiene sentido, y cuál, esta distinción que hago entre lo verbal y lo conceptual; de lo cual se pasa sin solución de conti­nuidad a discutir sobre la naturaleza del pensamiento, sobre la del lenguaje, sobre sus relaciones, y so­bre toda la psicología y toda la lógica.»
Ahora «vamos aprendiendo a usar cada vez mejor el lenguaje», afirma, porque «Al comprender que con fórmulas verbales no podemos en todos los casos expresar la realidad, ni transmitir nuestros es­tados mentales sino por aproximación, aprendemos a manejar mejor nuestro instrumento de expresión, y éste se ha vuelto, a la vez, muchísimo menos peligroso y muchísimo más eficaz» (CVF, 1908a: X, 150 y 151). «Quizá se está efectuando actualmente (y no lo sentimos, porque estamos en ella) la revolución o evolución más grande en la historia intelectual humana; más trascendental que cualquier transforma­ción científica o artística, porque se trata de algo aún más nuevo y más general que todo eso: el cambio en el modo de pensar de la humanidad, por independizarse ésta de las palabras» (CVF, 1910: IV, 17).
Una de las dos cuestiones es de carácter lógico: la realidad es gradual y por lo tanto su interpretación debe incluir una relación de ese orden en la operación lógica. Otra es de carácter analítico-filosófi­co: el conocimiento de la realidad debe tener en cuenta la estructura no lógica (tradicional) del lenguaje y superar sus inconvenientes mediante el análisis del enunciado y de la enunciación. Es necesario ad­vertir los paralogismos, por ejemplo, el de tomar por contradictorio lo que es complementario, la falsa disyunción, la exageración, evitar el rechazo de las soluciones parciales, los desacuerdos en el signifi­cado de los términos, la falsa precisión, los sinsentidos, la falsa reducción al absurdo, advertir el tercero no excluido, la falsa generalización, la confusión de “planos mentales”, la ilusión de experiencia, la fal­sa clasificación, la falacia de los términos valorativos, etcétera.


4. LO MORAL Y LO IRRACIONAL


La lógica clásica, una lógica del sí o del no, de lo blanco o lo negro, sin grados en número suficiente, más allá de la modalidad (necesario-contingente, obligatorio-permitido), no es capaz de rendir cuenta de los procesos mentales, pues no los ilustra adecuada ni aproximadamente. Esto es palmario cuando esos procesos consisten en relacionar cosas, en atribuir propiedades a cosas, es decir, en enunciados o relación de un sujeto y un predicado (en términos clásicos, cuando se trata de juicios).
Lo es transparen­temente claro cuando se trata de enunciados que se refieren a hechos. «Los enunciados que hablan de hechos no son o verdaderos o falsos del todo. Su verdad cae entre la verdad y la falsedad totales, entre el 1 y el 0. No son bivalentes; son multivalentes, grises; son borrosos», afirma el lógico norteamericano Bart Kosko (Kosko, 1995: 21). La función lingüística del pensamiento, es decir la del lenguaje, tampoco es gobernada por una lógica de tan sólo dos valores. Son límites demasiado estrechos para hacer caber en ellos la infinitud de significados que tienen las expresiones en su semántica léxica y, aun, en la se­mántica contextual que modifica todas las significaciones.
Ahora bien, la moral, ese dominio que en el plano del lenguaje trasciende la descripción de los hechos, que parece ocupar un territorio intermedio entre lo racional y lo espiritual, que intenta erigirse en una función reguladora del pensamiento y la acción, del ideal de la conducta y el ensayo práctico que busca consagrarla, ¿responde a una lógica severa o es independiente de la racionalidad? Sabemos que es independiente de las reglas, bastante independiente de las normas del derecho, por ejemplo. Pero, ¿es independiente de la racionalidad? ¿No hay en este territorio algo que se corres­ponde con el sentimiento, con la emoción, con los valores, con los ideales, manifestaciones que escapan de los límites de la lógica tradicional? Aquella lógica que Vaz Ferreira consideró congelada, que estudiaba la verdad y la falsedad «muertas y embalsamadas», no como ellas son sino como la mente considera que deberían ser, pero que están vivas y son como a veces ni sospechamos, ¿tiene alguna vinculación profunda con la moral?
Es preciso meditar este problema con detenimiento, inscribiéndolo en un marco más amplio del habitual. Llama la atención de Vaz Ferreira que se considere con tanta insistencia la “crisis” de los tiempos. Se habla de la crisis del mundo, de su crisis moral. Se argumenta que el progreso de la técnica y de los factores de bienestar no se ha acompañado por un progreso de la moral. Quizá es una crisis provocada por el olvido de las religiones, o por el auge del racionalismo, o por el naciente cientificis­mo. También se dice que puede deberse al aumento del bienestar material, o que hay una crisis debida a los horrores de la guerra, o debida a la helada primacía de la razón, de la lógica y de la ciencia.
Vaz Ferreira desconfía de todas estas argumentaciones e incluso sostiene que la moral ha mejo­rado en el correr de los tiempos. Es verdad que no ha cesado la injusticia, la desigualdad, la prepotencia y la crueldad; pero, afirma, por lo menos se comprueba un rechazo al respecto y se difunde un pensa­miento que va consolidando una conciencia. Por ejemplo, existe un ideal de libertad, otro referido a los extranjeros; existe la noción de pacifismo y la condena al menos intencional de la guerra; también exis­te el rechazo de la esclavitud y el reconocimiento del feminismo.
El problema, agrega, está en que el hombre acumula ideales y muchas veces estos ideales cho­can en algunos aspectos con otros ideales. La acumulación de ideales provoca algo característico en el hombre: una moral conflictual. Esta moral conflictual consiste en la tendencia generalizada a rechazar muchas concepciones morales porque ninguna es perfecta del todo. Hasta ocurren conflictos que con­ducen al absurdo y a la barbarie. Por ejemplo, existe un exceso en la cosecha de trigo, o en la produc­ción de leche, y entonces, como no se puede comercializar, se quema el trigo y se arroja la leche al agua. «Bien: y esto está en el centro: la causa determinante de ese horror ¿será acaso de orden moral?, ¿será crueldad?, ¿intención dañosa?, ¿falta de compasión?, ¿dureza de corazón, lo que determi­na tales hechos?... aquí, claramente, no es eso»...
En todos esos ejemplos, y en tantos más, se ve pues el debilitamiento y el enturbiamiento del ra­ciocinio... Lo que yo creo es que... aun en esos casos, el papel del factor racional, esto es, del factor irracional, es muy grande. Por lo menos, es muy grande, sea o no el principal» (CVF, 1939: XI, 164 y ss.). A la vista está que se trata de una falla en el razonamiento. Se comprueba un horror lógico por en­cima del horror moral. Esta es la conclusión de la primera conferencia de 1939 en Buenos Aires, “La actual crisis del mundo desde el punto de vista racional”, publicada un año después.
Se podría decir que la teoría moral de Vaz Ferreira se apoya en una base que trasciende la moral. ¿Qué se necesita para vi­vir en bienestar, para encontrar la felicidad, la armonía entre las personas? Y bien, la respuesta está en saber qué se hace con los datos de la experiencia en el nivel intelectual. Más que un fenómeno de natu­raleza electiva, entre el bien y el mal, la moral es un problema de entender bien, o sea, de razón. Si Vaz Ferreira viviera ahora, muy probablemente denunciaría el vacío de razón de nuestra época, la irracionalidad imperante, el “adiós a la verdad” (Gianni Vattimo) al que induce la moral relativista o del consenso de la posmodernidad.
Desde el comienzo de su meditación sobre la moral, en sus conferencias de 1909, se refiere al intelecto, en particular a la moral de los intelectuales. En su conferencia sobre “¿Cuál es el signo moral de la inquietud humana?”, de 1936, Vaz Ferreira presenta, también en el campo moral, una vía relacio­nada con su criterio de los grados. Distingue entre el pesimismo y el optimismo de valor y el pesimis­mo y el optimismo de éxito (CVF, 1936: XI, 383). Algo puede indicarnos la ausencia del éxito; por ejemplo, dice, la cruzada de Don Quijote contra los molinos. Pero tras esa ausencia se levanta el valor, aunque indisoluble respecto a las apariencias. Es el optimismo de valor. Su aplicación es una cuestión de grados o, si se permite la transposición, una inteligencia dependiente de los grados de apreciación y de aplicación sobre la trama tosca de la realidad primaria. La inteligencia debe superarla.


5. VAZ FERREIRA Y LA FILOSOFÍA



Convirtiendo la lógica viva en el impulso crítico de la filosofía, y el análisis del lenguaje en la brújula de exploración de los problemas del hombre, Vaz Ferreira adopta un punto de vista que resultará privi­legiado en la filosofía social de los tiempos que vendrán después: una filosofía crítica o una lógica críti­ca de aplicación, siempre fundada en lo que se recoge en la experiencia. Esto surge al apreciar la vincu­lación estrecha entre los procesos morales y racionales. No son universos aislados.
Este punto de vista impulsará la fertilidad de la lógica en un terreno que trasciende el campo tra­dicional de la filosofía, en el cual se había sentido sólo complementaria, verdadera ancilla o sirvienta del pensamiento. Hasta entonces la lógica desempeñaba un papel restringido, limitado a un pequeño número de operaciones descritas hartamente por la lógica tradicional aristotélica. Estas operaciones fueron perfeccionadas al extremo con la explosión matemática de la lógica simbólica de G. Frege, D. Hilbert, B. Russell y A. N. Whitehead (y otros), en el campo de la deducción, y alcanzaron gran desarrollo en el campo de la inducción, por ejemplo con la obra del alemán H. Reichenbach y su teoría de las probabilidades, área de investigación desarrollada en matemática por A. Kolmogórov y en filosofía por R. Carnap, pero que se remonta a Fermat, Pascal y Laplace.
La de Vaz Ferreira es una filosofía de la experiencia. Ello se aprecia en su desa­rrollo lógico, en su precoz e inusitada intuición lingüística, en la preocupación por la crisis moral del hombre, todos emprendimientos dirigidos desde la práctica hacia la teoría, desde el quehacer humano hacia el pensar, desde el conocimiento empírico hacia el teórico. Es una filosofía que intenta encontrar las vinculaciones de la inteligencia superior con los hechos concretos y naturales, sencillos o comple­jos. No podía ser de otra manera, desde que pertenece al pensamiento filosófico de su época, el cual se había dicho que se orientaba “hacia las cosas”. El concepto de experiencia estaba desde siempre en el centro de la teoría del conocimiento, a partir de Kant o aun con anterioridad. Pero ahora, desde William James o John Dewey, se convierte en «una relación entre el ser vivo y su contorno físico y social», como explica Ferrater Mora. La filosofía salta de la abstracción a la vida, de lo racional a lo que puede ser racional o irracional, desde el ser teórico y lógico al ser terrenal, cotidiano y anfibológico.
El esfuerzo y el objetivo alcanzado de fundar una filosofía nueva, basada en una lógica crítica, son algo inusitado en América Latina. No se tiene una idea cabal del mundo sin antes conocer profun­damente los principios racionales que lo rigen. No sólo no se tiene idea del mundo: no se pue­de estar y actuar en el mundo sin antes practicar un examen o una crítica severa del conocimiento hu­mano y también de la acción de los hombres sobre la tierra.
En tal sentido, se puede encontrar en la ló­gica viva una lógica crítica (aunque no cabría esta expresión si se tratara de una lógica formal; pero, como se ha dicho, la lógica viva es una lógica informal). Lógica crítica en el sentido kantiano, por cier­to, que no es más que referir el sentido corriente que se atribuye a la responsabilidad del conocimiento. No se puede y no se debe permitir la vida entre los hombres sin esta conciencia. Una vitalidad de este tipo conmueve todo el pensamiento de Vaz Ferreira y por esta razón parece justificado que llamase viva a su lógica, y que resulte viva su filosofía.
No es posible estar en el mundo sin conocer su fundamento. Vaz Ferreira contribuyó a consagrar esta particularidad del mundo moderno con un libro que aun hoy se toma como nada más que “manual para evitar errores” —que lo es, sin duda. Esta contribución no aparece en las historias de la filosofía mundial y merecería un capítulo aparte y ser reconocida internacionalmente. Es tradicional la falta de suerte de las empresas originales no alineadas, aunque fueren sólidamente fundamentadas y regionalmente reconocidas. Incluso en sus patrias, estas empresas son desdeñadas, postergadas y hasta olvidadas. Pueden ser emisarios locales quienes interpongan el primer obstáculo, en un dominio en el cual el factor ideológico obra como un fantasma, o la medianía o la sencilla ignorancia. Por otra parte, no hay mayor sepulturero filosófico que el compa­triota animado por los celos intelectuales.
A propósito de este problema, tenemos el optimismo de valor vazferreiriano. Este optimismo depende de los grados de apreciación de la realidad, de la capacidad de la inteligencia de adaptarse a ellos y de obrar sobre ellos. De esta manera, en un campo social y político bien amplio, supone la supe­ración de las fuerzas visibles e invisibles que suelen inhibir, enceguecer o esclavizar a los pueblos. El de América Latina ha estado sujeto, como no podía ser de otra manera, desde que es el producto secular de la colonización española, a los engranajes de la cultura europea. Pero todo indica que Vaz Ferreira, como Rodó, como Emilio Oribe más tarde, como Arturo Ardao, creía en su emancipación y consagración final, sin necesidad de renunciar al ancestro secular, que frecuentemente queremos sacudirnos como si fuera un mal, como si no descendiéramos de él. El destino, el éxito de la empresa, la autenticidad origi­naria y su gravitación internacional, empero, dependerían de la potencia en el empeño de creación, de esfuerzo, de liberación respecto a la imitación y a la enajenación. En este sentido, tuvo plena confianza en su pueblo, al que dedicó el esfuerzo de su vida y que, según su conocida queja, le quitó tiempo para escribir libros. Pero, es posible que no alcanzara a sospechar la importancia que tendría su propia obra en el desarrollo de la filosofía latinoamericana, que, según Francisco Romero, lo tiene entre sus funda­dores.




BIBLIOGRAFÍA DE VAZ FERREIRA

—1897, “Psicología y fisiología”, incluido en Ideas y observaciones, Montevideo, tomo I, p. 79, de la edición homenaje de la Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay (1963) de veinticinco volúmenes.
— 1905, Ideas y observaciones, tomo I, obra citada.
― 1907, Los problemas de la libertad y los del determinismo, ver tomo II de la edición citada.
— 1908a, Un paralogismo de actualidad, ver tomo X.
— 1908b, Ciencia y metafísica, ver tomo X.
— 1909, Moral para intelectuales, Montevideo, tomo III.
— 1910, Lógica viva, Montevideo, tomo IV.
― 1917, Curso expositivo de Psicología elemental, Montevideo, Imprenta Artística de Dornaleche y Reyes.
— 1918a, Lecciones sobre pedagogía y cuestiones de enseñanza, Montevideo, tomo XIV.
— 1918b, Sobre la propiedad de la tierra, Montevideo, tomo V.
— 1920, Sobre la percepción métrica, Montevideo, tomo VI.
— 1922, Sobre los problemas sociales, Montevideo, tomo VII.
— 1933, Sobre el feminismo, Montevideo, tomo IX.
— 1936, ¿Cuál es el signo moral de la inquietud humana?, Montevideo, en el tomo XI.
— 1938, Fermentario, Montevideo, tomo X.
― 1939, La crisis actual del mundo desde el punto de vista racional, en el tomo XI.
— 1940, Trascendentalizaciones matemáticas ilegítimas y falacias correlacionadas, Buenos Aires, en el tomo XI.

 BIBLIOGRAFÍA RELACIONADA

ARDAO, Arturo
Introducción a Vaz Ferreira, Montevideo, Barreiro y Ramos, 1961.
“Génesis de la lógica viva”, en «Cuadernos de Marcha», Montevideo, 1972.
Lógica de la razón y lógica de la inteligencia, Montevideo, Marcha y Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2000.

ARIAS, Alejandro C.
Vaz Ferreira, México, Fondo de Cultura Económica, 1948.

BENVENUTO, Carlos
Intervención en el coloquio a propósito de Berdiaeff a cargo de Juan Luis Segundo, sesión del 6 de diciembre de 1963, “Boletín de la Sociedad Uruguaya de Filosofía”, Montevideo, 1965.

CLAPS, Manuel Arturo
Vaz Ferreira. Notas para un estudio, Montevideo, Número, 1950.
“Prólogo” a Carlos Vaz Ferreira, Lógica viva - Moral para intelectuales, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1979.

COURTOISIE, Agustín
 “La razón razonable”, en “Suplemento Cultural” de El País, Nº 100, Montevideo, 1991.

DEAÑO, Alfredo
Las concepciones de la lógica, Taurus, Madrid, 1980.

KOSKO, Bart
Pensamiento borroso, Barcelona, Crítica, 1995.

LIBERATI, Jorge
Vaz Ferreira, filósofo del lenguaje, Arca, Montevideo, 1980.
 “La lógica viva o la conciencia de la conciencia”, Estudio Preliminar a Lógica viva de Carlos Vaz Ferreira, Editorial Técnica, Montevideo, 1983.
 “Sobre la lógica borrosa”, en “Cuadernos de Marcha”, N° 118 de junio, Montevideo, 1996.
 “Vaz Ferreira y la lógica viva: las computadoras piensan otra cosa”, en Suplemento Cultural de El País, N° 375, 1997.
“La lógica de Vaz Ferreira”, en revista “Relaciones” Nº 240, Montevideo, 2004.
“Tendencia lógica después de Vaz Ferreira”, en “Cuyo”, Anuario de Filosofía Argentina y Americana Nº 21/22, Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras, Mendoza, República Argentina, 2004-2005...
“Vaz Ferreira y la nueva lógica”, en revista “Paréntesis”, Nº 9, Montevideo, 2008a.
“La lógica germinal de Vaz Ferreira”, en “Revista de la Academia Nacional de Letras”, Año 3, Nº 5, Julio-Diciembre, Montevideo, 2008b.

ORIBE, Emilio
“Prólogo” a Carlos Vaz Ferreira, Estudios filosóficos, Buenos Aires, Aguilar, 1961.

PALADINO, Julio
La lógica Viva y la teoría de los sofismas, Universidad de la República, Facultad de Humanidades y Ciencias, Montevideo, 1962.

RODRÍGUEZ BUSTAMANTE, Norberto
“Actualidad de Vaz Ferreira”, Montevideo, “Cuadernos de Marcha” Nº 64, 1972.

ROMERO, Francisco
Sobre la filosofía en América, Buenos Aires, Raigal, 1952.

ROMERO BARÓ, José Mª
Vaz Ferreira, Madrid, Ediciones del Orto, 1998.

SILVA GARCÍA, Mario
 “En torno a Carlos Vaz Ferreira”, “Revista de la Facultad de Humanidades y Ciencias”, Montevideo, 1958.

ZUM FELDE, Alberto
“Vaz Ferreira”, en Proceso intelectual del Uruguay, T. II, Montevideo, Ediciones del Nuevo Mundo, 1967.


(Quinta de Vaz Ferreira, Montevideo, junio de 2012.)

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