G-SJ5PK9E2MZ SERIE RESCATE: agosto 2022

martes, 23 de agosto de 2022

EL REVÉS DE LA ADVERSIDAD: LO HUMANO



El ser humano tiene la capacidad de convertir un obstáculo en el mismo medio para superarlo, porque se las ingenia para convertir sus propios límites en los medios para rebasarlos. Posee el don de transformar los impedimentos para la acción en expediente para consumarla con éxito. La circunstancia es vuelta del revés para beneficiarse con su opuesto.


Veamos cómo se explica esta facultad que en primera instancia parece de fantasía. Un río, por ejemplo, puede ser el punto fronterizo, allí donde se interrumpe el camino; pues bien, la capacidad de nadar o de construir y conducir una balsa convierte al río en el mismo curso para cruzarlo. El hombre no es un pájaro, pero quiere volar, por lo que convierte el aire en el medio a través del cual puede desplazarse a la mayor velocidad. Los inconvenientes son los que proporcionan el recurso para ser superados, vueltos al revés y hasta cierto punto disueltos. Así, con una fina y débil hebra de hilo puede fabricar la gruesa cuerda capaz de mantener un buque amarrado al muelle.


No puede vencer la dureza de la piedra, pues construye un hacha de piedra; no alcanza su piel para mantener el calor, convierte en suya la de los animales; no encuentra en su entorno alimento listo para su consumo, convierte el medio en un almacén de semillas y rodeo de animales a domesticar; hace que lo desechable, los excrementos, sirvan de aprovechables fertilizantes; es vulnerable ante los virus, se vale de los virus para crear antídotos; de algunas sustancias de muy mal olor convierte aromas deliciosos y perfumes delicados; las ondas electromagnéticas que no puede percibir son las que utiliza para ver y oír a grandes distancias; y se podría seguir con los ejemplos.


VOLVER FAVORABLE LO ADVERSO

De esta particularidad de las habilidades humanas, que consiste en volver favorable lo adverso, agradable lo desagradable, fértil lo infértil, posible lo imposible, ¿qué se puede sacar en limpio? ¿Qué significa desde el punto de vista antropológico? ¿Hay en ella alguna pista oculta que permita develar secretos o profundizar en aspectos poco conocidos de la inteligencia, la voluntad y la perseverancia de la especie homo sapiens? Llama la atención no tanto que sepa nadar, volar, construir herramientas, etcétera, sino que pueda saber todo eso a partir de una especie de inversión de sus incapacidades y limitaciones naturales. No resulta del todo extraño el desarrollo del cerebro, el incremento asombroso de las habilidades a través de la evolución y otras consecuencias verdaderamente maravillosas, pero es curioso que en parte lo haya logrado solo por invertir las condiciones de la circunstancia volviéndolas favorables cuando le han sido del todo desfavorables o inciertas.

            Los viejos principios de la lógica se vienen abajo. Esta ciencia, que se supone tendría algo para decir al respecto, en este caso enmudece. Veámoslo. Hay tres grandes principios lógicos; el primero es el de identidad: A = A. Una cosa, cualquiera sea, es igual a sí misma; esto es básico, pero necesario para apreciar los otros dos principios. El segundo consiste en admitir como verdadero solo una entre dos alternativas posibles. Por lo cual no es posible que algo sea y a la vez no sea, o que algo sea verdadero y también lo sea su negación, con lo que se enuncia el principio de no contradicción (no es posible que A y no A).

Por si esto no fuera suficiente, se agrega otro principio fundamental: que no hay lugar a una tercera alternativa; si A es verdadero y no A falso, no hay lugar a un tercero posible (lo que se formula así: A o no A), esto es, el principio del tercero excluido. Véase que el primer principio está basado en la conjunción de A y de su contrario; y que el segundo (de tercero excluido) está basado en la disyunción de A y su contrario.

La conjunción “y” y la disyunción “o” parecen sentar las bases de la ciencia más rigurosa que es posible concebir, aunque sea solo teórica, mental, abstracta. Sin embargo, y de acuerdo a cómo el hombre suele resolver sus problemas prácticos, teniendo en cuenta esa forma por la que enfrenta sus contrariedades, el modo como resuelve sus problemas más importantes y que debe resolver para poder vivir, vulnera a cada momento esas bases. Porque la misma realidad, que es idéntica a sí misma y que no sería real si no fuera idéntica a sí misma (admitiera otra realidad paralela y oculta), es tratada de tal modo por el hombre que lo que tiene de contradictorio es vuelto acorde y asimilable, y cualquiera tercera cualidad imposible o considerada al margen de lo que es idéntico a sí mismo o resulta de su negación.

 

LO POSIBLE Y LO IMPOSIBLE

Lo posible y verdadero convive en la vida del hombre con sus contrarios, con aquello que para la lógica es imposible o falso. De modo que el hombre es el especialista de la contradicción y de los terceros excluidos, el mago que puede sacar liebres de un sombrero, tantas como quiera. Porque puede convertir lo impensable en pensable, lo irrealizable en realizable, lo inhumano en humano solo con unir o con separar una misma cosa (que por el principio de identidad es solo una cosa y no otra). Puede convertir el río en un puente, el agua o el aire en un medio de locomoción, la piedra en aquello capaz de romper la piedra. Si el río es una disyunción que establece que detiene la marcha o se sufre ahogamiento, es también una conjunción que establece que es un peligro y también la salvación.

            Si bien existe una contradicción innegable entre el río y el propósito, y queda en evidencia que no es posible que A y no A, se disuelve la imposibilidad de A o no A porque se crea la habilidad para cruzar ríos a nado o para levantar construcciones que permitan pasar de una orilla a otra. La vida del hombre, real y concreta, consiste en una verdadera paradoja, pues es la permanente negación de la adversidad, tan real y tan verdadera como lo favorable que encuentra en el mundo. Hay una realidad humana amiga de las contradicciones y una ciencia creada por los humanos amiga de evitar las contradicciones. Pero, ¿por qué?

            La pregunta contiene toda la sustancia de la filosofía y, aunque no es un problema para la lógica, es un problema para la filosofía de la lógica. No entraremos aquí en ese plano de los lenguajes y metalenguajes porque nos interesa otro plano de asuntos más prácticos y vitales. ¿Cómo se explica que el hombre resuelva problemas físicos mediante contradicciones, cuando su mayor esfuerzo ha sido crear una ciencia para ayudarse a pensar y a actuar libre de contradicciones? ¿Qué lleva al hombre a resolver sus problemas prácticos mediante recursos incompatibles o no avenidos con los que ha concebido como máximos en perfección para resolver problemas teóricos, lógicos y matemáticos?

            Uno de los inconvenientes al relacionar problemas prácticos con problemas teóricos es suponer que pertenecen a dos dimensiones diferentes y distintas gobernadas por leyes tales que dejan de tener validez cuando pasan de una a otra. En puridad, y siguiendo la opinión de varios filósofos y lógicos históricos, entre ellos el mismo Immanuel Kant (Tratado de lógica, 1938, Introducción), la lógica sería un desprendimiento abstracto del plano real y funcional de los concreto, y de acuerdo con este temperamento no habría tanta diferencia entre ellos. Y, a su vez, la “lógica trascendental” de Kant es una “crítica de la ciencia y de la metafísica” tradicionales, es decir, una metalógica (Reguera, 18).

Asimismo, pueden considerarse en el plano lógico-matemático los hechos del plano físico y natural, y aun someterse estos últimos a las reglas y métodos del primero (Piaget, 1980, 61). En un plano intermedio, se ha formulado una definición de la lógica mediane el uso de un concepto bien concreto al llamarle “lógica del objeto cualquiera” (Ferdinand Gonseth, citado por Granell, 1949, 360). Por lo que la dimensión teórica de las ciencias axiomáticas mantiene una correspondencia directa con las características de la dimensión práctica o concreta de la vida humana y la naturaleza.

Pero, es suficiente con tener presente cómo en la vida diaria transferimos a nuestros pensamientos particularidades de la realidad física: sentimientos profundos, divinidad celestial, cabeza dura, amor eterno, “sociedad líquida”. Lo mismo ocurre en la ciencia; la geometría, por ejemplo, habla de cuerpos, caras, aristas, vértices, etc., conceptos todos concebidos tal como se conciben en la realidad física.

 

CONEXIÓN DE LAS DIMENSIONES

No habría un abismo entre lo que se hace y lo que se piensa. Lo que se piensa como problema muchas veces parece al principio ocultar la misma resolución del problema. Lo pensado se corresponde entonces de una manera inversa con lo experimentado en la realidad vivida. Hemos vivido desde siempre preguntándonos acerca del principio del universo y de la vida, y en la sospecha de que sería muy difícil la respuesta correcta dada la inmensa antigüedad del cosmos y de la aparición de la vida sobre la Tierra.

Sin embargo, los últimos avances en cosmología nos informan que puede no haber tanta dificultad en alcanzar esa respuesta. Nos ponen en contacto con la realidad del universo a pocos cientos o miles de años de lo que se supone el comienzo de todo, el big bang o explosión que dio lugar al universo, al menos a este universo que conocemos en una ínfima parte. Se ha juntado lo que se piensa del universo con lo que a través de instrumentos se conecta, diríase que se “toca” o se experimenta respecto a lo real del universo.

            En otras palabras, el tiempo está poco a poco desapareciendo, y el espacio paulatinamente achicándose; como asíntotas definitivamente a punto de interceptarse. Lo que es teoría o perteneciente a lo mental está casi identificándose con lo que es fáctico o perteneciente a los hechos, y los hechos se están definiéndose según sus relaciones. No hay ya tanta distancia entre la dimensión lógica y la dimensión ontológica, entre los teoremas matemáticos y la posibilidad de comprobarlos pertrechados con regla y compás. Resulta asombroso cómo la experiencia nos va enseñando que lo subjetivo no está divorciado del todo con lo objetivo o, exagerando un poco la descripción de este cuadro, que la fantasía no está tan alejada de la realidad concreta.

            Jean Piaget, entre quienes se han ocupado de estas relaciones incuantificables, ha sostenido que la capacidad de simbolización de la inteligencia humana, cuya dinámica inicial se desempeña en lo natural y concreto, se corresponde con una trascendentalización de las operaciones características de la niñez en edades muy tempranas. Lo que querría decir que la inteligencia sería una especie de desarrollo con superación de cada uno de los estadios de desarrollo físico y psíquico del sujeto humano, hasta alcanzar el pensamiento simbólico superior.

            Cualquier persona en la vida diaria puede comprobar esta conexión entre las dos dimensiones teórica y concreta, científica y de conocimiento común, objetiva y subjetiva. Si mediante un pequeño esfuerzo de la atención se prescinde por un momento de toda percepción exterior, imagen, sonido, en fin, procurando concentrarse en sí mismo, se podrá proceder a pensar por ejemplo en el dedo meñique; enseguida aparecerá la sensación del dedo meñique en el foco central de la conciencia. Es decir que se conectan el dedo y el pensamiento del dedo meñique, lo que puede resultar comprobable también con alguna otra parte del cuerpo.

Claro, el dedo meñique y la mente pertenecen a una misma entidad viva o ambos se pertenecen entre sí. Si se piensa en la misma mente, es muy probable que nos figuremos un espacio vacío o lleno de ideas e imágenes. Si se piensa en un pensamiento, como entidad aislada en la mente, quizá se nos figure algo real, un resplandor, algo que circula en su espacio infinito pero limitado, en fin, se nos representará algo físico para permitirnos volver palpable lo psíquico.

Y si se piensa en algo ajeno a sí mismo, tendremos, ya fuera de todo experimento mental, la representación clásica de la que habla la teoría del conocimiento, es decir, la reproducción mental de la realidad física mediante imágenes, ideas y conceptos. De cualquier modo que se evalúe esta relación, no se ha superado hasta ahora el límite por el cual solo es posible afirmar que el conocimiento de la realidad es lo que el hombre conoce de ella y no exactamente lo que sea sin la interpretación del hombre.

 

LA MUERTE Y OTROS HECHOS

Pueden encontrarse relaciones entre lo físico y lo psíquico cuya resolución no responda en la práctica con ninguna posible inversión de las condiciones adversas, ni con su anverso ni con ninguna correspondencia más o menos estricta entre la realidad y la representación mental de la realidad. Es así el caso de la muerte: no se puede superar con su inversión ni se puede representar con alguna transferencia de la realidad física a la mental. “Ya que sabemos por experiencia, pero no por lógica, que hemos de morir, podemos permitirnos el lujo de ser incoherentes sabiendo que la razón exige una coherencia a la que simplemente renunciamos, aunque tal renuncia se exprese en términos estrictamente personales” (Ibáñez Fanés, 23).

            La muerte, pues, nos obliga a ser incoherentes respecto a nuestras propias convicciones, posibilidades de establecer convicciones o creencias, o de propiciar afanes de transformar en contrario algo que todo indica como ineluctablemente antagónico. No ha sido posible hasta ahora convertir la muerte en vida, hacer de la muerte justamente el mismo pivote sobre el cual gire la muerte para transformarse en vida o para seguir siendo vida. Si se descubriera la realidad concreta de la muerte, sin ningún ánimo de establecer profecías, se podría tomar algún conocimiento acerca de lo que es, de en qué consiste y, aplicando esa habilidad para las inversiones, convertirla en el mismo deus ex machina que haría plena vida o más vida con ella. Pero no sabemos a ciencia cierta si la muerte es en verdad un estadio antagónico a la vida o es una de sus etapas misteriosas. En cierto sentido, sería preferible que el segundo supuesto fuera verdad y se pudiera sentir como se puede pensar.

            Sabemos que hay lazos entre lo conocido sensiblemente y lo solo intuido. ¿Habría otros ejemplos en los que mediante la aproximación entre sensación física e impresión psíquica se consiguiera una mayor comprensión del problema? Habría casos en que no se podría avanzar en el saber vulgar o en el conocimiento sistemático con la sola vinculación de lo sensible y lo mental (racional, representacional, a priori, eidético, intuitivo, etcétera). Habría términos inteligibles emergentes en forma liberada de todo dualismo o monismo, como electrones libres, a salvo de toda persuasión referida a la separabilidad o inseparabilidad entre cuerpo y alma, espíritu y materia.

            Aunque caigamos en un lugar común, quizá no hay otro camino que admitir una dimensión desconocida. Por supuesto, el problema que genera la muerte es uno de los mejores y mayores ejemplos al respecto, por su poder de persuasión y por su calidad de hecho incomparable. Pero hay otros hechos incomparables. Uno de ellos es, como hemos estado viendo, el revés de la adversidad, lo cual, por su idoneidad en convertir la adversidad en fortuna y beneficio, también es incomparable. Pero hay otro hecho o proceso fáctico que también tiene la particularidad de convertir lo objetivo en subjetivo, lo experimental en mental.

Ese otro proceso es aquel por el cual la subjetividad recoge de la experiencia el saber particular y único que caracteriza la inteligencia de cada individuo. La suerte corrida en cada circunstancia desafiante pasa a robustecer el músculo de la inteligencia, a transformar las facultades cognitivas en el sentido de su permanente superación y perfeccionamiento. Pues todo lo que se sabe y se ha aprendido mediante recursos no experienciales es bastante inútil sin su puesta a prueba en la circunstancia concreta.

            Por consiguiente, aquello que se supone de efectividad primitiva y por lo tanto limitada, es decir, el mismo quehacer espontáneo e intuitivo, primariamente opuesto a toda ciencia y a cualquiera de las habilidades adquiridas en forma asistida y sistemática, es justamente la gran fuente que genera la facultad capaz de suministrar soluciones y de dar respuestas a los problemas y a las inquietudes. El hecho constituye una especie de metamorfosis de la experiencia.

Hay una paradoja o contradicción insoluble en la oposición entre la vida y la muerte, que no se encuentra en las demás oposiciones del tipo que estamos viendo. Si bien lo corriente es considerar que la muerte es lo opuesto a la vida, sin embargo, lo verdaderamente opuesto a la vida es la negación de la vida. La muerte es más el final que la negación de la vida, aunque en cierto sentido pueda ser su contrario. El más allá podría ser el opuesto a la muerte. Lo opuesto a la vida es la enfermedad, la invalidez, la inanición y cosas por el estilo. Lo opuesto “Se aplica al que se opone a cierta cosa”. Los opuestos son los que se niegan entre sí: “Se aplica en plural a dos cosas que se contradicen”. Opuesto, también, “Se aplica a lo que es, con respecto a otra cosa del mismo nombre, la que está enfrente, en el lado más alejado o en la situación más diferente” (Moliner, T. II, 569).

Lo contradictorio es lo que niega, como sugiere la lógica; de manera que, si A es verdadero, entonces no A es falso. Si A y no A son ambos verdaderos, entonces surge una contradicción. Pero la vida es una verdad tan verdadera como la muerte, y en tal evidencia no hay contradicción. Lo opuesto a la vida es la materia inerte, llamémosla con esta vieja expresión. Lo inorgánico es lo opuesto a lo orgánico, etcétera. A su vez, lo opuesto a la muerte no es la vida sino la eternidad, el tiempo infinito. Lo que no muere en el universo es en realidad lo que es capaz de transformarse permanentemente, la energía, las partículas elementales. La muerte es solo una de las incontables transformaciones, y la vida también es una de ellas.

 

LO HUMANO EN OPOSICIÓN A LO NATURAL

En el amplio panorama de la antropología y la etnología actuales se han agotado las formas de caracterizar aquello que pueda ser considerado como propiamente humano y que las demás especies no posean. Es difícil encontrarlo, porque de una manera u otra todas tienen lo que tiene el hombre: instinto, cultura, inteligencia, lenguaje, algún tipo de técnica, capacidad manufacturera, etcétera, hasta sentimientos en muchas de ellas. Hay una que sobresale, aunque quizá tampoco sea privativa: la capacidad de modificar el medio ambiente de manera de controlarlo y ponerlo al servicio de sus propósitos.

            Es cierto que otras especies también modifican el medio que habitan para beneficiarse, y asombran los nidos de los pájaros, los grandes hormigueros, la polinización de las abejas, los diques de los castores, los túneles de los topos, etcétera. Pero es difícil encontrar en los animales la capacidad de servirse del mismo obstáculo para lograr superarlo. No es tan fácil dar con un ejemplo, aunque quizá el truco del tero, que se aleja del nido para atraer al depredador y salvaguardar los huevos o a los pichones, no es sino un ejemplo de convertir el reverso en el anverso, es decir, simular que la presa está en otro lugar de modo de inducir el lugar opuesto al depredador.

            Los animales disponen de muchos recursos para asegurarse la supervivencia, pero se necesita un alto nivel de desarrollo cerebral para alcanzar la astucia de los humanos, trocar lo adverso en propicio, lo desfavorable en favorable, enmendarle la plana a la naturaleza. La vida, quizá en un último y filosófico sentido, no es más que el movimiento trascendental de superación de lo dado, entendiendo por “lo dado” aquello que existe por su sola cuenta, independientemente de la mano del hombre. Decimos “trascendental” porque esta palabra sirve para subrayar un significado filosófico que se aviene perfectamente con nuestros propósitos.

“Llamo trascendental todo conocimiento que se ocupa no tanto de los objetos, cuanto de nuestro modo de conocerlos”, dice el inventor de este término (Kant, A 12). Aplicada la definición a nuestro caso, tenemos que es trascendental el ingenio por el cual por encima del objeto se desliza el metaobjeto o modo de contemplarlo, analizarlo y conocerlo de acuerdo a sus condiciones o propiedades contrarias en su esencialidad natural y específica y también en el rango o función que desempeña en el plano de la actividad humana. Así, pues, llegamos a dilucidar una propiedad particular de la actividad del hombre: el uso contrario de lo dado como forma de enfrentar la adversidad.

 

REFERENCIAS

GRANELL, Manuel (1949). Lógica, Madrid, Revista de Occidente.

IBÁÑEZ FANÉS, Jordi (2020). Morir o no morir, Barcelona, Anagrama.

KANT, Immanuel (1938). Tratado de lógica, Buenos Aires, Editorial Araújo.

KANT, Immanuel (1978). Crítica de la razón pura, Madrid, Alfaguara.

MOLINER, María (1992). Diccionario de uso del español, Madrid, Gredos. 

REGUERA, Isidoro (1989). La lógica kantiana, Madrid, Visor.

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