G-SJ5PK9E2MZ SERIE RESCATE: agosto 2025

martes, 26 de agosto de 2025

IDEA VILARIÑO


 
A PROPÓSITO DE LA POESÍA
DE IDEA VILARIÑO




"Serán ceniza, pero tendrán sentido" (Quevedo)


 

Cuando se dice "casa" o "cielo" o "frazada", no sabemos por qué esas palabras nos transportan un poco más allá de lo que por lo común significan. Hasta en el uso cotidiano nos despiertan casi sin que lo notemos una relación con algo íntimo, con cierto matiz familiar. Algunos de los más severos significados nos llegan acompañados de una nota más dulce que hemos oído por dentro. "Muerte", por ejemplo, aunque su sentido sea imposible de captar y, obviamente, no lo hayamos experimentado en carne propia, esconde algo muy dentro nuestro, sea lo que fuere, pero algo. 



Una palabra que es de todos, por momentos se vuelve propia, única, entrañable. La envolvemos en un áurea que corona nuestra vida, la vida toda, no sólo la del momento sino la de todos los momentos. Porque nadie dice algo u oye algo contando sólo con el aire que lo trasmite, los sonidos del decir y del oír. Están todas las trasmisiones, todas las veces en que las palabras nos han invitado a pensar, a hablar, a escuchar. Por lo demás, ese aire es el mismo aire que trasmiten las palabras de siempre, o el mismo papel o la misma pantalla que sustituye al papel.

           La propiedad de poder formar parte de la intimidad de cada interlocutor pertenece especialmente a la palabra del poeta, de esta poeta. El poder de hacer despertar algunas sensaciones exclusivas, diferentes pero inconfundibles, de hacer vibrar algunas cuerdas interiores y lograr que resuenen en la caja última de la subjetividad con ecos que emocionan vivamente. Sabe reunir sus destellos conjugándolos, uniéndolos, seleccionándolos, con lo que se produce una relación nueva. Una analogía que vuelve más acendrada la sensibilidad, más aguzada la intuición de algunas imágenes y memorias que escapan del momento. Inesperadamente, suelen ir a otro momento que no está formado de tiempo sino de la vida toda fulgurada en un instante infinitesimal.  

           La sintaxis que reúne esos destellos no sólo expresa una significación convencional, una frase o cualquier oración. Envuelve el sonido real, o la música inducida por las palabras, en una filigrana que convierte los signos en pequeños cristales de sentido. Y esos cristales, en sus repiqueteos, entran a sonar en otro idioma. Quien los oye o lee recibe entonces otros mensajes, otros llamados, otras invocaciones que trascienden las de la vida común y corriente. 

           Al buen lector nunca escapa esa traducción milagrosa, que nos pone en contacto con algo más hondo, no tan perceptible, pero que necesitamos "tocar" como si fuera una piel amada que acariciáramos. Es el milagro por el cual una palabra cualquiera, insustituible en el mundo sensible de los cuerpos, como "amo" o "extraño", o un verso como "no te veré morir", se vuelve alas con las cuales volamos más allá y logramos alcanzar el otro amor, la otra extrañeza, la otra muerte, que no podemos concebir mediante un nombre o una expresión vulgar: el amor y la muerte de la esperanza.  

           Su verso, pues, ese pequeño cuerpo de palabras que pueden servir para describir una cosa cualquiera, narrar cualquier acontecimiento, expresar cualquier sentimiento, se vuelve un instrumento armónico, es decir, el medio por el cual es posible presentir notas de fondo, que abundan en una sonoridad que al principio las palabras no tenían. Las que sirven para rendir cuenta del mundo aparente, en esta poesía sirven para despertar el mundo que se vive bajo la piel, que corre por la sangre. Las que se quedaban en la sola descripción, en la narración, en una explicación razonada y organizada, son las mismas que en sus versos se corresponden con lo indescriptible e inefable. 

           Este es el detalle que revela el profundo sentido de esta poesía de doble tránsito, la poesía de amor, especialmente, y que suele leerse siguiendo uno solo. Por cierto, la dirección a flor de piel es del todo sentida, comprensible, humana desde la raíz. Pero la más honda explica la de arriba, siguiendo una jerarquía que se corresponde con las dignidades literarias y filosóficas, humanas en general. Es la que da vida a la letra que llega al lector, la que está en el primer impulso, en la voluntad primera de escribir. Es la que anida en el impulso de vivir, impulso inusitadamente fuerte, pero que no quiere volcarse en un mundo rechazado hasta con náuseas.  

           ¿Qué hay en esos versos teologales, apocalípticos, en ese pequeño salterio de desgarros y renuncias, de invocaciones a la nada, de fe perdida, de encendido amor frustrado? No tienen un referente, son anárquicos, cantan a un imposible, a una presencia nunca encontrada, a una entelequia, aunque de carne y hueso. En la voz de una heroína imposible se quejan de una pena imaginaria, renuncian a un ideario sin ideas. Sin embargo, son el dolor de verdad, el más auténtico, el dolor de sentir el vacío de la vida. 

           No se encontrará en ellos una sola señal de reconciliación, de reconocimiento; un saludo amigable hacia el mundo. Sólo pequeñas naderías, simples acontecimientos de la intimidad que poco tienen que ver con la fuerza que los recrea en el papel. Son el gesto de una maravillosa impotencia, la belleza sin igual que disimula el drama. Versos duros como la piedra en su exquisita candidez y en la apacible angustia que provocan. Es preciso de una vez dar con la savia que circula por estos tejidos sombríos de la mejor poesía latinoamericana de los últimos tiempos. Una savia amarga que, por su realismo vivencial y su vehemente verdad da lugar a diversas interpretaciones: el amor, la soledad, la más íntegra femineidad, y también la angustia. El dolor que enajena, pero no mata cuando es refrendado por la belleza y la pasión. 

                                                                                                                                                                                                                                       Jorge Liberati  

            

            


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Deseo expresar mi fraternidad con los Países Bajos, que admiro por su papel en la historia de la humanidad occidental. 

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