La lógica
viva de Vaz Ferrera, la lógica razonable de Luis Recaséns Siches, la lógica
informal que resulta de las nuevas lógicas divergentes y, finalmente, la teoría
de la argumentación o nueva retórica de Chaim Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca son las cuatro lógicas de la inteligencia que
Arturo Ardao señala en su libro Lógica de la razón y lógica de la
inteligencia del año 2000, tres años antes de su fallecimiento. Pero hay un problema.
ANTECEDENTES
¿Cómo se
definen estas lógicas de la inteligencia? Concretamente, son las que no sólo
responden al logos de la razón estricta, el de la necesidad apodíctica que cultiva la
lógica formal y deductiva, sino las que franquean las fronteras de la razón strictu
sensu y aspiran a una inteligencia más amplia, lo que Ardao llamó lógicas
de la inteligencia en el libro mencionado. En otras palabras, las que ponen en
cuestión los dos principios fundamentales de la lógica formal tradicional, el
de no contradicción y el del tercio excluso, y también el núcleo de la
inferencia lógica, es decir, la deducción.
Asimismo, Luis Recaséns Siches habla
de un logos humano, que abarcaría lo que no puede abarcar la lógica
entendida como lógica pura. Este filósofo apela a Chaïm Perelman y a Theodor Viehweg,
y de intelectuales como Kenneth Burke, anterior a Perelman en sus análisis sobre
los discursos que tienen como objetivo dejar una impresión duradera en los oyentes.
Recaséns busca afirmar su tesis (compatible con la tesis de Vaz Ferreira), inspirándose
en Aristóteles, y apelando a criterios que, aunque ni él ni Vaz Ferreira lo
sospecharan, más tarde valorará y desarrollará la lógica informal,
especialmente la rama de lógica borrosa, de aplicación en las tecnologías
computarizadas.
Quien permite formular esta
extrapolación fundamental, advertida someramente desde la antigüedad, como
señala Recaséns Siches, es la voz de la inteligencia, la que, según Ardao,
contiene a la razón, no la de la razón sola. Por lo que es de rigor revisar el
derecho de la obra de Perelman a figurar como lógica de la inteligencia. En
general, la argumentación atiende el reclamo de los nuevos filósofos sobre la
necesidad de una lógica ajustada a los problemas humanos. Pero no ocurre lo
mismo con la teoría de Perelman y Olbrechts-Tyteca.
Nacida en la antigua Grecia vinculada
al derecho y a la política y perfeccionada por Aristóteles, la retórica se
divulga en la Edad Media y el Renacimiento por variedad de manuales y autores,
entre los que se encuentra el español Francisco Suárez. Pero no es el momento
de hacer historia sino de preguntar si la "nueva retórica" es una
lógica de la inteligencia. Se trata de un proyecto en cuyo origen figura la
obra del jurista, retórico y lógico belga de origen polaco Chaïm Perelman, así
como también por la del jurista y filósofo del derecho alemán Theodor Viehweg.
Uno de los fines de esta
disciplina es estudiar la psicología del discurso con el propósito de liberar
al razonamiento de las trabas de la lógica tradicional. Pero la retórica de
Perelman tiene como único objeto una detallada exposición de cómo es posible convencer
a los auditorios, emplear toda suerte de destrezas lingüísticas y psicológicas
para persuadir y volver convincentes argumentos que responden sólo a los
intereses de un orador que se dirige a un auditorio.
La teoría de la argumentación se
parece a un gran edificio de arquitectura que se dispone en dos grandes alas.
Una de ellas, que se podría llamar "ala iluminada", atiende a la gran
reforma de la lógica, del razonamiento y del lenguaje en general, en la que es fundamental
la búsqueda de verdad. La otra, el "ala oscura" de la
argumentación, contiene la teoría de Perelman, es decir, del último Perelman,
el del Tratado, en la que, por encima de la verdad, es fundamental la
búsqueda de la adhesión.
La retórica fue despreciada por
largo tiempo por los filósofos al entender que falta a la regla universal del
razonamiento lógico. Pero merecía revisión, al margen de toda intención
solapada o recursos engañosos. Merecía un estudio que comprendiera la
intervención de los elementos psicológicos, pero exactamente los principios
elementales de la ética; que ampliara las formas de búsqueda de la verdad, pero
no que transgredieran las de la comunicación honesta de las ideas. Es evidente
que solemos pensar por razonamientos, no por inferencias lógicas, no apegados a
la deducción estricta. Por lo que era necesario flexibilizar la lógica de la
razón, la que no alcanza a abrazar el todo de conocimiento, la vida que nos presenta
problemas a diario y también a filósofos y científicos.
Fue el despertar de un sueño reconocer
que el logos clásico no alcanzaba para auspiciar la exploración de la
vida y el mundo, como ya lo había intuido Henri Poincaré a fines del siglo XIX y
Bertrand Russell a principios del XX. Pero también se constituyó como ciencia
de los intereses creados, la retórica de las persuasión o nueva retórica,
método de imponer razones no siempre fundadas en la inteligencia, en la razón,
en la moral, en los valores, en las grandes inquietudes humanas, en las
esperanzas, en la fe.
EL PROBLEMA
La retórica
se ocupa de la argumentación, y emplea este término con un nuevo significado. No
ya el significado de la inferencia, sino el del argumento, pero vestido
con nuevas prendas. La inferencia se define por la sola sintaxis: es un recurso
por el cual, de una forma a la cual se atribuye verdad, y que puede llenarse
con cualquier significado, es legítimo concluir otra forma en la que se reconoce
la verdad de la primera. El argumento, en cambio, se define por la semántica,
por el contenido. Es un recurso por el cual, de un significado tomado como
verdadero, se deriva otro que también se considera verdadero por la coherencia
en la cadena discursiva, por su razonabilidad y buen juicio, por el cuidado meticuloso
al enlazar las ideas y en consecuencia las proposiciones.
El razonamiento apela a la palabra
verdad al convenir en que, de una afirmación considerada verdadera,
razonable, aceptable y consensuada, es posible derivar otra en la que recaen
las mismas atribuciones de la primera. Esta verdad es diferente a la verdad
lógica, que no argumenta con razones, sino que sólo infiere fórmulas o
variables, las que pueden llenarse con cualesquiera significados mediante operaciones
típicas de las llamadas constantes lógicas y respetando los principios de no
contradicción y tercio excluso.
Había advertido este problema
Carlos Vaz Ferreira ya en 1910, y aún en 1908, pero en las décadas del 20 y del
30 se había consagrado algo fundamental en Europa para la inteligencia humana:
que el pensamiento, la ciencia, la filosofía, la epistemología, y
principalmente la lógica, debían revisar sus órganos teóricos, formales, sus
axiomáticas, sus reglas apodícticas. Revisión con la cual se inicia una nueva
era en el conocimiento en general.
En cuanto a la lógica, se puede
decir que vive una verdadera sacudida al considerarse seriamente la ampliación
de sus bases operativas, incluso yendo más allá de los principios de contradicción
y tercio excluso. Ocurrió en la misma época en que la lógica formal había
llegado a su máxima expresión a principios del siglo XX, por primera vez
superado Aristóteles de manera coherente y elegante. Sin embargo, los mismos
lógicos que produjeron esa revolución en la lógica formal, descubrieron sus
limitaciones y facilitaron el desarrollo de la lógica informal, primero lógicas
modales ampliadas, luego lógica trivalente y enseguida polivalentes; finalmente
divergentes, o sea, libres de toda atadura con el canon de la lógica formal o porque
invadieran nuevos dominios, como el de la inducción, el del tiempo, el de las cuestiones
de grados (en "Valor y uso del razonamiento" de Lógica viva),
como las llamó Vaz Ferreira antes de que se desarrollara la lógica vaga o
borrosa.
A las inquietudes e incertidumbres
de Bertrand Russell siguen las de algunos lógicos como Jan Łukasiewicz, semánticos
como Alfred Tarski, filósofos analíticos como Max Black, ingenieros como Lotfi
A. Zadeh, quienes sometieron la lógica a tratamientos semejantes a los que los matemáticos sometieron a su
ciencia, ampliando el campo de los números y facilitando la ideación de cálculos
anteriormente impensables. La lógica borrosa encuentra a un muy buen expositor
en el filósofo estadounidense Barth Kosko.
Entre uruguayos sabemos que Vaz
Ferreira había presentado esta novedad en su Lógica viva, aunque todavía
en pañales, valiéndose de una modalidad particular, sencilla, directa, se diría
periodística, con bastante anterioridad al enorme empuje en el siglo pasado de
las lógicas y de la lingüística. Pero no entraremos ahora en esta lógica, por
considerarla de conocimiento de todos y porque no cabe duda de que a Ardao,
gran conocedor de la obra de Vaz Ferreira, le sobraban razones para incluirla
entre las lógicas de la inteligencia.
Tales inquietudes fueron recogidas
en el ámbito latinoamericano por Luis Recaséns Siches en su libro Experiencia
jurídica, naturaleza de la cosa y lógica "razonable", publicado en
México por la UNAM en 1971. Recaséns se inspira en Chaïm Perelman y en Theodor Viehweg,
y recoge lo positivo que surge a raíz de la necesidad de ampliar el alcance de
la lógica tradicional.
Cabe observar, empero, que no
tiene en cuenta la misión específica que Perelman asigna a su retórica, y que confiesa
en múltiples fragmentos de su libro. Esta omisión es crucial, si se quiere
integrar la argumentación, por lo menos la de Perelman y Olbrechts Tyteca, al plano
superior de las lógicas que Ardao llama de la inteligencia. La
inteligencia racional no tiene como fin la persuasión, estrictamente hablando,
sino comunicar honestamente el pensamiento, someterlo al juicio de las personas
sin intríngulis o intenciones solapadas. Que con ella se haga otra cosa, es
otra historia.
Recaséns Siches se inspira en Chaïm
Perelman y en Theodor Viehweg, y recoge todo lo que en ellos se relaciona con
la apertura del razonamiento, de la lógica y de la razón. Entre tanto, Arturo
Ardao había incluido la razón en el dominio más amplio de la inteligencia. Había
aclarado que no son lo mismo, que la primera se incluye en la segunda, que no deben
confundirse, y que, por eso, no es oportuno hablar de "inteligencia
artificial" sino que, correcto sería hablar de "razón
artificial". En síntesis, que la inteligencia es más amplia que la razón.
Reconoce la necesidad de abrir el logos
al influjo de las nuevas propuestas, principalmente la de Bergson, pero
también las de una pléyade de autores que responden directa o indirectamente a
los nuevos propósitos. En cuanto a la argumentación, Ardao se apoya en el
psicólogo francés Pierre Oléron (1915-1995), que por entonces realiza una
intensa tarea de investigación sobre la inteligencia humana.
LA PREGUNTA
INEVITABLE
Ardao se
apoya en Perelman, no sólo para ilustrar acerca de las nuevas ideas, sino
especialmente con la intención de incluir su teoría de la argumentación entre
las "lógicas de la inteligencia". Esta teoría, sin embargo, no se ajusta
a los fines aperturistas de las lógicas que buscan responder con mayor
aproximación a la realidad de la acción humana, en lo teórico, en lo práctico y
en lo tecnológico. Que no se abocan a concebir una metodología que se pueda aprovechar
de la candidez de un auditorio para convencerlo de cualquier clase de cuestión,
al margen de la ética, la moral y los valores humanos.
Si bien Ardao atiende lo positivo
de la nueva retórica, que sin duda contribuye en la consolidación de los nuevos
criterios deductivistas, parece desconocer el objetivo primordial del Tratado
de Perelman. No desconoce para nada la nueva argumentación, los esfuerzos por
ampliar el valor del razonamiento en base a las sugerencias de los nuevos
planteamientos sobre variedad de usos del lenguaje y de particularidades
psicológicas o psicolingüísticas. Asoma el pleno conocimiento de su parte de la
interlocución, de los matices entre el enunciado y la enunciación, de la teoría
general de la comunicación. Pero no figura el cariz azaroso y en general ominoso
desarrollado por la argumentación según el Tratado. Parece desconocer el
sentido dado por Perelman y Olbrechts Tyteca a su nueva ciencia, el sentido de
la sugestión por la retórica, de la seducción, de la fascinación, de la subyacente
coacción, de la incitación y del furtivo proselitismo.
A todas luces, la obra de estos dos
autores, aun teniendo en cuenta la importancia que su influjo ha adquirido en
los últimos tiempos, incluso en nuestro medio, no merece figurar junto a la
lógica viva, la lógica de lo razonable y la lógica informal. Se diría que es
una lógica a cualquier precio, la manera de aplicar verdaderos remedos de la
lógica sin cuidado ético, sin la menor aprehensión por la honestidad de quien
se considere expositor de ideas. Las "formas de razonamientos más
elevadas", de Perelman, subrayadas por Recaséns (véase Ardao, 2000, 97), no
nos parecen elevadas, de ningún modo vinculadas a la evolución de la lógica contemporánea.
Sólo podrían asociarse al mercado actual de la propaganda y a las modalidades sofisticadas
de promoción del consumo y de la enajenación mental y espiritual de que hacen
gala hoy las tecnologías liminales y subliminales de la nueva persuasión.
Hemos dicho que
en su formulación inicial los nuevos caminos de la retórica responden a fines
intachables, y que, incluso la de Perelman, es el resultado de una enorme labor
de investigación, ampliación de la vieja retórica, de nuevas figuras y de asombrosos
estudios sobre insólitos recursos para impresionar a un auditorio. Pero para
impresionar a un auditorio fueran cuales fueren las razones esgrimidas. Se
trata de recursos que responden al empleo interesado del lenguaje, lo que no cuadra
como lógica de la inteligencia ni se corresponde con la "filosofía de la
inteligencia", denominación con la que hemos querido caracterizar la filosofía
de Ardao.
Pues bien, reiteramos, Ardao incluye
la doctrina de Perelman entre las que llama, y con toda justicia filosófica, lógicas
de la inteligencia. Menciona el Tratado en la página 96 de su famoso libro
del año 2000. Pero no hay ninguna advertencia acerca de la naturaleza lógico-filosófica
del Tratado. Afirma: "Se halla en la base de dicha doctrina una
crítica de la concepción clásica de la razón y el raciocinio, en que se funda
la lógica formal; pero sólo en tanto que la misma es exclusivista, en
particular después de Descartes. Legítimo su uso en el dominio fisicomatemático,
no sigue siéndolo en el de la acción humana." (página 96)
Esta afirmación responde al cariz de
la nueva argumentación, que conduce a la ampliación de la razón, a una
importante rectificación del razonamiento hipotético-deductivo y a las nuevas
técnicas de investigación de las ciencias sociales. Incluso, vincula esta
tendencia con las ideas de José Ortega y Gasset y de Carlos Vaz Ferreira. Pero
hay un delicado problema de por medio.
CONCLUSIÓN
Hemos
comprobado que el libro de Perelman no figura en la biblioteca del doctor
Ardao, que se conserva intacta y custodiada por sus hijas, Alicia y Silvia
Ardao. Se confirma la existencia de las obras de Pierre Oléron, L´Intelligence,
de 1974 y L´Argumentation, de 1983, pero no del Tratado. Ardao
cita "El ideal de racionalidad y la regla de justicia " de Perelman,
texto publicado en 1962 en la revista Diánoia de la UNAM. Pero no hay
transcripciones del Tratado, cuyos orígenes se remontan a 1958, publicado
por Ediciones de la Universidad de Bruselas en 1989, y en castellano en el
mismo año por Gredos, con traducción de Julia Sevilla Muñoz, con sucesivas
reediciones, la séptima y última de 2022.
Nos consta que Ardao no sospechó siquiera
de lo que gobernaba el espíritu de Perelman al redactar su obra. Hoy en día
tampoco entendemos lo que animaba a este hombre, si esbozar los términos fundamentales
de un curso de filosofía patológica, o si los de una ciencia de la falsedad y del
engaño, garantizada por una lógica perversa y perfeccionada para obrar como violencia
psicológica.
EL ALA OSCURA
Concluyamos
con algunas transcripciones del Tratado de la argumentación. La nueva
retórica, obra de 1976 en su tercera edición (en español por Gredos en
2015, y con una séptima edición en 2022). A modo de advertencias se lee en el
Prólogo de Jesús González Bedoya:
1, página 24: "a la teoría de
la argumentación le importan, más que las proposiciones, la adhesión, con
intensidad variable, del auditorio de ellas. Y tal es el objeto de la retórica
o arte de persuadir, tal como lo concibió Aristóteles y, tras él, la Antigüedad
clásica."
2, página 25: "Por eso,
distinguir en los razonamientos lo relativo a la verdad y lo relativo a la
adhesión es esencial para la teoría de la argumentación."
3, páginas 25-26: "la nueva
retórica cree, con el Fedro platónico, que existe una retórica digna de
filósofos y que, por tanto, cada retórica ha de valorarse según el auditorio al
que se dirige."
Ya en la Introducción, de la pluma
de los mismos autores del libro, se lee:
4, pagina 34: "se ha
desarrollado la teoría de la demostración siguiendo a Leibniz y no a Pascal, y
esta teoría sólo ha admitido que lo que era obvio no necesitaba de prueba
alguna. Asimismo, la teoría de la argumentación no puede desarrollarse si se
concibe la prueba como una reducción de la evidencia. Naturalmente, el objeto
de esta teoría es el estudio de las técnicas discursivas que permiten provocar
o aumentar la adhesión de las personas a las tesis presentadas para su
asentimiento. Lo que caracteriza esta adhesión es la variabilidad de su
intensidad: nada nos obliga a limitar nuestro estudio a un grado concreto de
adhesión, caracterizado por la evidencia; nada nos permite juzgar a priori
que son proporcionales los grados de adhesión a una tesis con su probabilidad,
ni tampoco identificar evidencia y verdad. Es un buen método no confundir, al
principio, los aspectos del razonamiento relativos a la verdad y los que se
refieren a la adhesión; se deben estudiar por separado, a reserva de
preocuparse después por su posible interferencia o correspondencia."
5, página 35: "los lógicos y
los filósofos modernos, sin embargo, se han desinteresado totalmente de nuestro
asunto. Por esta razón, nuestro tratado se acerca principalmente a las
preocupaciones del Renacimiento y, por consiguiente, a las de los autores
griegos y latinos, quienes estudiaron el arte de persuadir y de convencer, la
técnica de la deliberación y de la discusión."
6, página 37: "Este estudio,
al interesarse principalmente por la estructura de la argumentación, no
insistirá en el modo en que se efectúa la comunicación con el auditorio."
[No importa si el auditorio es parte de una imposición o del común acuerdo,]
7, página 38: "Lo que
conservamos de la retórica tradicional es la idea de auditorio, la cual
aflora de inmediato, en cuanto pensamos en un discurso." [Es decir, en un
teatro.]
8, página 39: "Este tratado
se ocupará únicamente de los medios discursivos que sirven para obtener
la adhesión del auditorio, por lo que sólo se examinará la técnica que emplea
el lenguaje para persuadir y para convencer."
9, página 41: "La teoría de
la argumentación que pretende, gracias al discurso, influir de modo eficaz en
las personas, hubiera podido estudiarse como una rama de la psicología.
Naturalmente, si los argumentos no son apremiantes, si no deben convencer
necesariamente, sino que poseen cierta fuerza, la cual puede variar según los
auditorios, entonces ¿acaso se la puede juzgar por el efecto producido? El
estudio de la argumentación se convierte así en uno de los objetos de la
psicología experimental, en la que se pondrían a prueba diferentes
argumentaciones ante distintos auditorios, lo suficientemente bien conocidos
para que se pudiera, a partir de estas experiencias, sacar conclusiones de
cierta generalidad."
10, página 55: "nos parece
preferible definir el auditorio, desde el punto de vista retórico, como el conjunto
de aquellos en quienes el orador quiere influir con su argumentación…"
11, página 61: "En la
argumentación, lo importante no está en saber lo que el mismo orador considera
verdadero o conveniente, sino cuál es la opinión de aquellos a quienes va
dirigida la argumentación."
12, página 71: "Toda
argumentación que sólo esté orientada hacia un auditorio determinado ofrece un
inconveniente: el orador, precisamente en la medida en que se adapta a las
opiniones de los oyentes, se expone a basarse en tesis que son extrañas o incluso
totalmente opuestas a las que admiten otras personas distintas de aquellas a la
que se dirige en ese momento."
13, página 72: "Los filósofos
siempre procuran dirigirse a un auditorio de ese tipo [del tipo que acepta lo
que dicen], no porque esperen conseguir el consentimiento efectivo de todos los
hombres –pues saben muy bien que sólo una pequeña minoría tendrá ocasión de
conocer sus escritos–, sino porque creen que a todos aquellos que comprendan
sus razones no les queda más remedio que adherirse a sus conclusiones."
14, página 99:
"Contrariamente a la demostración de un teorema de geometría, que
establece de una vez por todas un nexo lógico entre verdades especulativas, la
argumentación del discurso apodíctico epidíctico [antiguo denominación de la
retórica para la el discurso demostrativo] se propone acrecentar la intensidad
de la adhesión a ciertos valores, de los que quizá no se duda cuando se los
analiza aisladamente, pero que podrían no prevalecer sobre otros valores que
entrarían en conflicto con ellos."
15, página 120: Sobre los objetos
de creencia o de adhesión: "Creemos que, desde este punto de vista, sería
útil agruparlos en dos categorías: una relativa a lo real, que
comprendería los hechos, las verdades y las presunciones; otra relativa a lo preferible,
que englobaría los valores, las jerarquías y los lugares de lo
preferible."
Octubre, 2025