viernes, 7 de noviembre de 2025

ARTURO ARDAO: ESPACIO E INTELIGENCIA

 

La filosofía contenida en "Espacio e inteligencia" mereció la atención de muchas personas en su primera edición de Caracas, en 1983, y diez años después en Montevideo. La obra general de Ardao trascendió desde 1950 por su historia de las ideas y por su inusitado trabajo sobre América Latina, que es historia de las ideas y también historia sin más. Se le juzgó a través de miradas que contemplaban la historiografía y la filosofía de la historia, incluso de la antropología filosófica. Pero como filósofo, quizá hasta el día de hoy, no había quedado comprendido definitivamente.




Ardao reflexiona sobre las formas en que los famosos condicionamientos a priori kantianos se reflejan en los distintos dominios de la percepción y el intelecto. Pero es Bergson quien provoca la reflexión. Ya el "Fragmento preliminar" alude al "espacio vivido" en atención a los enfoques del filósofo francés sobre el tiempo, y también en los dos textos siguientes. En "Relaciones entre el espacio y la inteligencia" aparece la posición de Eugenio Minkowski en torno al problema de la conciencia del tiempo. Ardao distingue entre conciencia natural y conciencia científica, y cita un pensamiento del psicólogo francés que viene a concluir, influido por Bergson, en que el tiempo es lo que meditamos sobre el tiempo (p. 30). Es una proposición extraordinaria que abre la imaginación y lo que la imaginación brinda tanto a la razón experimental como a la especulación.

En esa sencilla fórmula se presenta el misterio, más que el problema del tiempo. Parece asomar, aunque sólo implícitamente, la figura precursora de Kant, con quien queda encuadrado lo principal de los dos grandes aspectos del papel del espacio y el tiempo sobre la conciencia humana, el conocimiento y la acción.

Es un misterio, más que un problema, porque desde hace mucho tiempo no existe ninguna explicación que pueda acaparar la atención y convertirse en una hipótesis seriamente defendible. Las teorías sobre el origen del universo, por ejemplo, admiten, cada una, cierta adhesión, contienen argumentos racionales y alguna hasta experimentales, como la radiación de ondas de fondo en el caso de la teoría del big bang. Pero las opiniones sobre el tiempo no alcanzan a ser teorías acabadas al no contar con alguna reflexión fehaciente y menos con comprobaciones experimentales. Actualmente, el físico teórico italiano Carlo Rovelli ha escrito un libro con el título ¿Y si el tiempo no existiera?, prueba de que seguimos sin saber a ciencia cierta qué es el tiempo.

El núcleo de los intereses de Ardao es la "duración" o "tiempo vivido", cualitativo, concreto y heterogéneo, según señala, en contraste con la "extensión, espacio contrapuesto a la vida, cuantitativo, abstracto, homogéneo. Cabe señalar, de paso, que en Husserl es fundamental el "espacio vivido", que se puede captar por la epojé en contraste con el espacio referencial y con el tiempo cronológico. Este espacio vivido es lo que cuenta en la vida cotidiana; no en lo que respecta a la apreciación del mundo y de la vida como objetos descriptibles y explicables, sino, particular y fundamentalmente, en lo que respecta a cómo se vive la vida por dentro y en relación con las cosas que componen nuestro entorno.

"Espacio e inteligencia" y "Lógica de la razón y lógica de la inteligencia" son dos de las fuentes primarias de una filosofía del espacio. De la obra general de Ardao se desprende una filosofía de la inteligencia, es decir, una interpretación trascendente de cómo obra la inteligencia humana a través de la historia. Por esta razón el título "Espacio e inteligencia" sugiere los dos grandes temas que dominan la reflexión general: tiempo e inteligencia y espacio e inteligencia. Y, aunque con frecuencia las etiquetas resultan insuficientes o erróneas, la denominación filosofía del espacio no parece inapropiada.

Encara el espacio desde el punto de vista de las relaciones, pero más allá de como lo venía haciendo la tradición filosófica, de Aristóteles a Newton y de éste a Einstein. No cómo relaciones entre un recipiente en el que hay objetos, o como extensión, ni tampoco como entidad lógico- matemática. Porque no se trata de saber si el espacio resulta de las relaciones entre las cosas o si es una entidad independiente de las cosas, así como tampoco se trata de las cosas como entidades independientes del espacio.

No se incluye a Newton, es decir, al espacio como entidad absoluta, fija o inmóvil, en la que pueden contenerse objetos de toda clase que pueden medirse sin que intervengan perspectivas de ninguna clase. Pero, aunque se admite la inclusión del tiempo en la dimensión del espacio (como la razón en la dimensión de la inteligencia), tampoco conforma el enfoque einsteniano, aunque sin para nada rechazarlo. Parece sentir que, si bien se trata de la explicación más convincente, de todos modos, no satisface el sentir de la percepción cotidiana, de la escala en la cual se mueve la conciencia y que construye una idea del mundo y de la vida.

En consecuencia, no investiga relaciones entre cosas ni entre recipientes y contenidos. Lo seduce la concepción bergsoniana, y a partir de ella llega a una conclusión capital en "La antropología filosófica y la espacialidad de la psique" (página 49 de la edición de 1993). Concluye que "Todo lo espacial es extenso, pero a la vez intenso, del mismo modo que todo lo temporal es intenso, pero a la vez extenso". Y prosigue: "Extensión e in-tensión, o simplemente tensión, son dos caras de una sola y misma realidad, de lo real".

Desde esta proposición consecutiva da un salto con el fin de rendir cuenta de los otros dos aspectos en cuestión. Dice: "La temporalidad del espacio en cuanto extensión genera el orden de la simultaneidad, o sea del al-mismo-tiempo; la temporalidad del espacio en cuanto tensión genera el orden de la sucesión, o sea del antes-después."

Como se puede apreciar, no recurre a las consabidas nociones con que suele tratarse el problema hoy en día, la de recipiente, por el lado newtoniano, o la de perspectiva por el lado einsteniano. Encara el problema de cómo influyen los límites de la percepción sobre el conocimiento: Afirma: "No se trata de un dualismo de la espacialidad, de la coexistencia de dos espacios, así como no se trata de un dualismo de la temporalidad, de la coexistencia de dos tiempos. Se trata de un solo y mismo espacio, siempre temporal, que por un lado es exterioridad y por otro interioridad". Con esto Ardao parece querer corregir a Bergson y aun declarar ajena la teoría de Einstein en el campo de la comprensión a escala no matemática.

A renglón seguido va al punto que más le interesa: "La interioridad no es siempre subjetividad, en el sentido del sujeto psíquico: en lo estrictamente físico hay ya una interioridad intensa de la exterioridad extensa, por donde fluye la temporalidad. Con mayor razón la hay en lo vital. Esta interioridad se convierte al fin en subjetividad al nivel ontológico de lo psíquico, por la introducción de la conciencia; pero se convierte en subjetividad sin dejar de ser, en el espacio-tiempo, la interioridad intensa de una exterioridad extensa."

Discute el "espíritu" del cual habló Max Scheler, un espíritu carente de espaciotemporalidad. Para Ardao, "todo fenómeno psíquico tiene un aquí como tiene un ahora" (p. 50). No hay duda de que se aparta de todo idealismo, apelando más bien a una racionalidad de tipo psicologista. O, quizá, a una teorización que se maneja en el nivel de una metafísica extensional o, definitivamente, de una ontología de la psiquis.

Esta ontología de la psiquis se revela y comprueba también en la concepción de las lógicas de la inteligencia. Estas lógicas se ocupan de la realidad operativa de las personas, en un plano de cotidianeidad en el que el sentido común pide que se lo oiga. Es decir, de la necesidad de establecer una clase de verdad y otra de falsedad diferentes, que tengan que ver con la realidad del día a día humano, de la vida y del saber comunes y corrientes.

Son lógicas no formales, como lo es la simbólica o matemática, ni semánticas, como la que subyace y gobierna la racionalidad pura en el discurso teórico. Son verdaderas filosofías funcionales que abarcan la subjetividad, la espiritualidad, la moral y los valores. Lógicas experienciales que apoyan la obra global de la inteligencia en la praxis de vida.

¿Esto es suficiente para hablar de una filosofía, para hablar de Ardao filósofo, como él habló de Bello filósofo? Nos parece que es más que suficiente. ¿Qué se necesita para advertir que estamos ante la filosofía, aún, ante una filosofía, de una filosofía original, con matices claramente diferentes, nuevas proposiciones, preguntas nunca hechas, relación con el pensamiento anterior, inspiración ajustada a los cánones establecidos, espíritu de ampliación y de renovación?

Hay una página, al final del apartado "De hipótesis y metáforas", en la que Ardao fija en un solo párrafo su posición respecto al misterio del tiempo. Evoca el verso de Emilio Oribe "El tiempo fluye y pasa por la mente", y apunta enseguida que "La verdad poética no es en este caso la verdad ontológica. Es la mente la que fluye. Pero, todavía, si fluye no es por otra cosa que por ser –ella misma– parte integrante del espacio, única fluyente realidad, único ser en devenir. La fluencia del espacio es precisamente el tiempo". Y en nota al pie, como si se tratara de sólo un apunte para curiosos, Ardao insinúa un título más adecuado para el Historia del tiempo de Stephen Hawking, el de Historia del espacio, porque el tiempo ya está en el vocablo "historia".

Es posible cotejar esta página con esta otra de Henri Bergson:

“La mayor parte del tiempo vivimos exteriormente a nosotros mismos y percibimos sólo el fantasma descolorido de nuestro yo, sombra que la pura duración proyecta sobre el espacio homogéneo. Nuestra existencia se desarrolla, por tanto, en el espacio más que en el tiempo: vivimos para el mundo exterior antes que para nosotros mismos; más bien que pensar, hablamos, y más bien que actuar nosotros mismos, ‘somos actuados’” (citada por Remo Bodei, 2006, Destinos personales, Buenos Aires, El cuenco de plata, página 215; la cita pertenece a Los datos inmediatos de la conciencia, de Bergson, obra de 1889).

Bergson sólo cuenta con la introspección para levantar el monumento fascinante de su obra, y entra a tallar en el problema del tiempo. Es tal el influjo de sus libros, la sugestiva y depurada construcción de su discurso, que termina resintiéndose el todavía hercúleo concepto de razón. De la misma manera cambian los parámetros con que se evaluaba la noción de lo mental, la idea de tiempo y el concepto de energía psíquica que hoy llamaríamos acción neural.

 

Noviembre, 2025

 

 

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