jueves, 6 de noviembre de 2025

ARTURO ARDAO Y LAS LÓGICAS DE LA INTELIGENCIA


La lóg
ica viva de Vaz Ferrera, la lógica razonable de Luis Recaséns Siches, la lógica informal que resulta de las nuevas lógicas divergentes y, finalmente, la teoría de la argumentación o nueva retórica de Chaim Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca son las cuatro lógicas de la inteligencia que Arturo Ardao señala en su libro Lógica de la razón y lógica de la inteligencia del año 2000, tres años antes de su fallecimiento. Pero hay un problema.

 


ANTECEDENTES

 

¿Cómo se definen estas lógicas de la inteligencia? Concretamente, son las que no sólo responden al logos de la razón estricta, el de la necesidad apodíctica que cultiva la lógica formal y deductiva, sino las que franquean las fronteras de la razón strictu sensu y aspiran a una inteligencia más amplia, lo que Ardao llamó lógicas de la inteligencia en el libro mencionado. En otras palabras, las que ponen en cuestión los dos principios fundamentales de la lógica formal tradicional, el de no contradicción y el del tercio excluso, y también el núcleo de la inferencia lógica, es decir, la deducción.

Asimismo, Luis Recaséns Siches habla de un logos humano, que abarcaría lo que no puede abarcar la lógica entendida como lógica pura. Este filósofo apela a Chaïm Perelman y a Theodor Viehweg, y de intelectuales como Kenneth Burke, anterior a Perelman en sus análisis sobre los discursos que tienen como objetivo dejar una impresión duradera en los oyentes. Recaséns busca afirmar su tesis (compatible con la tesis de Vaz Ferreira), inspirándose en Aristóteles, y apelando a criterios que, aunque ni él ni Vaz Ferreira lo sospecharan, más tarde valorará y desarrollará la lógica informal, especialmente la rama de lógica borrosa, de aplicación en las tecnologías computarizadas.

Quien permite formular esta extrapolación fundamental, advertida someramente desde la antigüedad, como señala Recaséns Siches, es la voz de la inteligencia, la que, según Ardao, contiene a la razón, no la de la razón sola. Por lo que es de rigor revisar el derecho de la obra de Perelman a figurar como lógica de la inteligencia. En general, la argumentación atiende el reclamo de los nuevos filósofos sobre la necesidad de una lógica ajustada a los problemas humanos. Pero no ocurre lo mismo con la teoría de Perelman y Olbrechts-Tyteca.

Nacida en la antigua Grecia vinculada al derecho y a la política y perfeccionada por Aristóteles, la retórica se divulga en la Edad Media y el Renacimiento por variedad de manuales y autores, entre los que se encuentra el español Francisco Suárez. Pero no es el momento de hacer historia sino de preguntar si la "nueva retórica" es una lógica de la inteligencia. Se trata de un proyecto en cuyo origen figura la obra del jurista, retórico y lógico belga de origen polaco Chaïm Perelman, así como también por la del jurista y filósofo del derecho alemán Theodor Viehweg.

Uno de los fines de esta disciplina es estudiar la psicología del discurso con el propósito de liberar al razonamiento de las trabas de la lógica tradicional. Pero la retórica de Perelman tiene como único objeto una detallada exposición de cómo es posible convencer a los auditorios, emplear toda suerte de destrezas lingüísticas y psicológicas para persuadir y volver convincentes argumentos que responden sólo a los intereses de un orador que se dirige a un auditorio.

La teoría de la argumentación se parece a un gran edificio de arquitectura que se dispone en dos grandes alas. Una de ellas, que se podría llamar "ala iluminada", atiende a la gran reforma de la lógica, del razonamiento y del lenguaje en general, en la que es fundamental la búsqueda de verdad. La otra, el "ala oscura" de la argumentación, contiene la teoría de Perelman, es decir, del último Perelman, el del Tratado, en la que, por encima de la verdad, es fundamental la búsqueda de la adhesión.  

La retórica fue despreciada por largo tiempo por los filósofos al entender que falta a la regla universal del razonamiento lógico. Pero merecía revisión, al margen de toda intención solapada o recursos engañosos. Merecía un estudio que comprendiera la intervención de los elementos psicológicos, pero exactamente los principios elementales de la ética; que ampliara las formas de búsqueda de la verdad, pero no que transgredieran las de la comunicación honesta de las ideas. Es evidente que solemos pensar por razonamientos, no por inferencias lógicas, no apegados a la deducción estricta. Por lo que era necesario flexibilizar la lógica de la razón, la que no alcanza a abrazar el todo de conocimiento, la vida que nos presenta problemas a diario y también a filósofos y científicos.

Fue el despertar de un sueño reconocer que el logos clásico no alcanzaba para auspiciar la exploración de la vida y el mundo, como ya lo había intuido Henri Poincaré a fines del siglo XIX y Bertrand Russell a principios del XX. Pero también se constituyó como ciencia de los intereses creados, la retórica de las persuasión o nueva retórica, método de imponer razones no siempre fundadas en la inteligencia, en la razón, en la moral, en los valores, en las grandes inquietudes humanas, en las esperanzas, en la fe.

 

EL PROBLEMA

 

La retórica se ocupa de la argumentación, y emplea este término con un nuevo significado. No ya el significado de la inferencia, sino el del argumento, pero vestido con nuevas prendas. La inferencia se define por la sola sintaxis: es un recurso por el cual, de una forma a la cual se atribuye verdad, y que puede llenarse con cualquier significado, es legítimo concluir otra forma en la que se reconoce la verdad de la primera. El argumento, en cambio, se define por la semántica, por el contenido. Es un recurso por el cual, de un significado tomado como verdadero, se deriva otro que también se considera verdadero por la coherencia en la cadena discursiva, por su razonabilidad y buen juicio, por el cuidado meticuloso al enlazar las ideas y en consecuencia las proposiciones.

El razonamiento apela a la palabra verdad al convenir en que, de una afirmación considerada verdadera, razonable, aceptable y consensuada, es posible derivar otra en la que recaen las mismas atribuciones de la primera. Esta verdad es diferente a la verdad lógica, que no argumenta con razones, sino que sólo infiere fórmulas o variables, las que pueden llenarse con cualesquiera significados mediante operaciones típicas de las llamadas constantes lógicas y respetando los principios de no contradicción y tercio excluso.

Había advertido este problema Carlos Vaz Ferreira ya en 1910, y aún en 1908, pero en las décadas del 20 y del 30 se había consagrado algo fundamental en Europa para la inteligencia humana: que el pensamiento, la ciencia, la filosofía, la epistemología, y principalmente la lógica, debían revisar sus órganos teóricos, formales, sus axiomáticas, sus reglas apodícticas. Revisión con la cual se inicia una nueva era en el conocimiento en general.

En cuanto a la lógica, se puede decir que vive una verdadera sacudida al considerarse seriamente la ampliación de sus bases operativas, incluso yendo más allá de los principios de contradicción y tercio excluso. Ocurrió en la misma época en que la lógica formal había llegado a su máxima expresión a principios del siglo XX, por primera vez superado Aristóteles de manera coherente y elegante. Sin embargo, los mismos lógicos que produjeron esa revolución en la lógica formal, descubrieron sus limitaciones y facilitaron el desarrollo de la lógica informal, primero lógicas modales ampliadas, luego lógica trivalente y enseguida polivalentes; finalmente divergentes, o sea, libres de toda atadura con el canon de la lógica formal o porque invadieran nuevos dominios, como el de la inducción, el del tiempo, el de las cuestiones de grados (en "Valor y uso del razonamiento" de Lógica viva), como las llamó Vaz Ferreira antes de que se desarrollara la lógica vaga o borrosa.

A las inquietudes e incertidumbres de Bertrand Russell siguen las de algunos lógicos como Jan Łukasiewicz, semánticos como Alfred Tarski, filósofos analíticos como Max Black, ingenieros como Lotfi A. Zadeh, quienes sometieron la lógica a tratamientos semejantes a  los que los matemáticos sometieron a su ciencia, ampliando el campo de los números y facilitando la ideación de cálculos anteriormente impensables. La lógica borrosa encuentra a un muy buen expositor en el filósofo estadounidense Barth Kosko.

Entre uruguayos sabemos que Vaz Ferreira había presentado esta novedad en su Lógica viva, aunque todavía en pañales, valiéndose de una modalidad particular, sencilla, directa, se diría periodística, con bastante anterioridad al enorme empuje en el siglo pasado de las lógicas y de la lingüística. Pero no entraremos ahora en esta lógica, por considerarla de conocimiento de todos y porque no cabe duda de que a Ardao, gran conocedor de la obra de Vaz Ferreira, le sobraban razones para incluirla entre las lógicas de la inteligencia.

Tales inquietudes fueron recogidas en el ámbito latinoamericano por Luis Recaséns Siches en su libro Experiencia jurídica, naturaleza de la cosa y lógica "razonable", publicado en México por la UNAM en 1971. Recaséns se inspira en Chaïm Perelman y en Theodor Viehweg, y recoge lo positivo que surge a raíz de la necesidad de ampliar el alcance de la lógica tradicional.

Cabe observar, empero, que no tiene en cuenta la misión específica que Perelman asigna a su retórica, y que confiesa en múltiples fragmentos de su libro. Esta omisión es crucial, si se quiere integrar la argumentación, por lo menos la de Perelman y Olbrechts Tyteca, al plano superior de las lógicas que Ardao llama de la inteligencia. La inteligencia racional no tiene como fin la persuasión, estrictamente hablando, sino comunicar honestamente el pensamiento, someterlo al juicio de las personas sin intríngulis o intenciones solapadas. Que con ella se haga otra cosa, es otra historia.

Recaséns Siches se inspira en Chaïm Perelman y en Theodor Viehweg, y recoge todo lo que en ellos se relaciona con la apertura del razonamiento, de la lógica y de la razón. Entre tanto, Arturo Ardao había incluido la razón en el dominio más amplio de la inteligencia. Había aclarado que no son lo mismo, que la primera se incluye en la segunda, que no deben confundirse, y que, por eso, no es oportuno hablar de "inteligencia artificial" sino que, correcto sería hablar de "razón artificial". En síntesis, que la inteligencia es más amplia que la razón.

Reconoce la necesidad de abrir el logos al influjo de las nuevas propuestas, principalmente la de Bergson, pero también las de una pléyade de autores que responden directa o indirectamente a los nuevos propósitos. En cuanto a la argumentación, Ardao se apoya en el psicólogo francés Pierre Oléron (1915-1995), que por entonces realiza una intensa tarea de investigación sobre la inteligencia humana.

 

LA PREGUNTA INEVITABLE

 

Ardao se apoya en Perelman, no sólo para ilustrar acerca de las nuevas ideas, sino especialmente con la intención de incluir su teoría de la argumentación entre las "lógicas de la inteligencia". Esta teoría, sin embargo, no se ajusta a los fines aperturistas de las lógicas que buscan responder con mayor aproximación a la realidad de la acción humana, en lo teórico, en lo práctico y en lo tecnológico. Que no se abocan a concebir una metodología que se pueda aprovechar de la candidez de un auditorio para convencerlo de cualquier clase de cuestión, al margen de la ética, la moral y los valores humanos.

Si bien Ardao atiende lo positivo de la nueva retórica, que sin duda contribuye en la consolidación de los nuevos criterios deductivistas, parece desconocer el objetivo primordial del Tratado de Perelman. No desconoce para nada la nueva argumentación, los esfuerzos por ampliar el valor del razonamiento en base a las sugerencias de los nuevos planteamientos sobre variedad de usos del lenguaje y de particularidades psicológicas o psicolingüísticas. Asoma el pleno conocimiento de su parte de la interlocución, de los matices entre el enunciado y la enunciación, de la teoría general de la comunicación. Pero no figura el cariz azaroso y en general ominoso desarrollado por la argumentación según el Tratado. Parece desconocer el sentido dado por Perelman y Olbrechts Tyteca a su nueva ciencia, el sentido de la sugestión por la retórica, de la seducción, de la fascinación, de la subyacente coacción, de la incitación y del furtivo proselitismo.

A todas luces, la obra de estos dos autores, aun teniendo en cuenta la importancia que su influjo ha adquirido en los últimos tiempos, incluso en nuestro medio, no merece figurar junto a la lógica viva, la lógica de lo razonable y la lógica informal. Se diría que es una lógica a cualquier precio, la manera de aplicar verdaderos remedos de la lógica sin cuidado ético, sin la menor aprehensión por la honestidad de quien se considere expositor de ideas. Las "formas de razonamientos más elevadas", de Perelman, subrayadas por Recaséns (véase Ardao, 2000, 97), no nos parecen elevadas, de ningún modo vinculadas a la evolución de la lógica contemporánea. Sólo podrían asociarse al mercado actual de la propaganda y a las modalidades sofisticadas de promoción del consumo y de la enajenación mental y espiritual de que hacen gala hoy las tecnologías liminales y subliminales de la nueva persuasión.

Hemos dicho que en su formulación inicial los nuevos caminos de la retórica responden a fines intachables, y que, incluso la de Perelman, es el resultado de una enorme labor de investigación, ampliación de la vieja retórica, de nuevas figuras y de asombrosos estudios sobre insólitos recursos para impresionar a un auditorio. Pero para impresionar a un auditorio fueran cuales fueren las razones esgrimidas. Se trata de recursos que responden al empleo interesado del lenguaje, lo que no cuadra como lógica de la inteligencia ni se corresponde con la "filosofía de la inteligencia", denominación con la que hemos querido caracterizar la filosofía de Ardao.

Pues bien, reiteramos, Ardao incluye la doctrina de Perelman entre las que llama, y con toda justicia filosófica, lógicas de la inteligencia. Menciona el Tratado en la página 96 de su famoso libro del año 2000. Pero no hay ninguna advertencia acerca de la naturaleza lógico-filosófica del Tratado. Afirma: "Se halla en la base de dicha doctrina una crítica de la concepción clásica de la razón y el raciocinio, en que se funda la lógica formal; pero sólo en tanto que la misma es exclusivista, en particular después de Descartes. Legítimo su uso en el dominio fisicomatemático, no sigue siéndolo en el de la acción humana." (página 96)

Esta afirmación responde al cariz de la nueva argumentación, que conduce a la ampliación de la razón, a una importante rectificación del razonamiento hipotético-deductivo y a las nuevas técnicas de investigación de las ciencias sociales. Incluso, vincula esta tendencia con las ideas de José Ortega y Gasset y de Carlos Vaz Ferreira. Pero hay un delicado problema de por medio.

 

CONCLUSIÓN

 

Hemos comprobado que el libro de Perelman no figura en la biblioteca del doctor Ardao, que se conserva intacta y custodiada por sus hijas, Alicia y Silvia Ardao. Se confirma la existencia de las obras de Pierre Oléron, L´Intelligence, de 1974 y L´Argumentation, de 1983, pero no del Tratado. Ardao cita "El ideal de racionalidad y la regla de justicia " de Perelman, texto publicado en 1962 en la revista Diánoia de la UNAM. Pero no hay transcripciones del Tratado, cuyos orígenes se remontan a 1958, publicado por Ediciones de la Universidad de Bruselas en 1989, y en castellano en el mismo año por Gredos, con traducción de Julia Sevilla Muñoz, con sucesivas reediciones, la séptima y última de 2022.

Nos consta que Ardao no sospechó siquiera de lo que gobernaba el espíritu de Perelman al redactar su obra. Hoy en día tampoco entendemos lo que animaba a este hombre, si esbozar los términos fundamentales de un curso de filosofía patológica, o si los de una ciencia de la falsedad y del engaño, garantizada por una lógica perversa y perfeccionada para obrar como violencia psicológica.

 

EL ALA OSCURA

 

Concluyamos con algunas transcripciones del Tratado de la argumentación. La nueva retórica, obra de 1976 en su tercera edición (en español por Gredos en 2015, y con una séptima edición en 2022). A modo de advertencias se lee en el Prólogo de Jesús González Bedoya:

1, página 24: "a la teoría de la argumentación le importan, más que las proposiciones, la adhesión, con intensidad variable, del auditorio de ellas. Y tal es el objeto de la retórica o arte de persuadir, tal como lo concibió Aristóteles y, tras él, la Antigüedad clásica."

2, página 25: "Por eso, distinguir en los razonamientos lo relativo a la verdad y lo relativo a la adhesión es esencial para la teoría de la argumentación."

3, páginas 25-26: "la nueva retórica cree, con el Fedro platónico, que existe una retórica digna de filósofos y que, por tanto, cada retórica ha de valorarse según el auditorio al que se dirige."

Ya en la Introducción, de la pluma de los mismos autores del libro, se lee:     

4, pagina 34: "se ha desarrollado la teoría de la demostración siguiendo a Leibniz y no a Pascal, y esta teoría sólo ha admitido que lo que era obvio no necesitaba de prueba alguna. Asimismo, la teoría de la argumentación no puede desarrollarse si se concibe la prueba como una reducción de la evidencia. Naturalmente, el objeto de esta teoría es el estudio de las técnicas discursivas que permiten provocar o aumentar la adhesión de las personas a las tesis presentadas para su asentimiento. Lo que caracteriza esta adhesión es la variabilidad de su intensidad: nada nos obliga a limitar nuestro estudio a un grado concreto de adhesión, caracterizado por la evidencia; nada nos permite juzgar a priori que son proporcionales los grados de adhesión a una tesis con su probabilidad, ni tampoco identificar evidencia y verdad. Es un buen método no confundir, al principio, los aspectos del razonamiento relativos a la verdad y los que se refieren a la adhesión; se deben estudiar por separado, a reserva de preocuparse después por su posible interferencia o correspondencia."

5, página 35: "los lógicos y los filósofos modernos, sin embargo, se han desinteresado totalmente de nuestro asunto. Por esta razón, nuestro tratado se acerca principalmente a las preocupaciones del Renacimiento y, por consiguiente, a las de los autores griegos y latinos, quienes estudiaron el arte de persuadir y de convencer, la técnica de la deliberación y de la discusión."

6, página 37: "Este estudio, al interesarse principalmente por la estructura de la argumentación, no insistirá en el modo en que se efectúa la comunicación con el auditorio." [No importa si el auditorio es parte de una imposición o del común acuerdo,]

7, página 38: "Lo que conservamos de la retórica tradicional es la idea de auditorio, la cual aflora de inmediato, en cuanto pensamos en un discurso." [Es decir, en un teatro.]

8, página 39: "Este tratado se ocupará únicamente de los medios discursivos que sirven para obtener la adhesión del auditorio, por lo que sólo se examinará la técnica que emplea el lenguaje para persuadir y para convencer."

 9, página 41: "La teoría de la argumentación que pretende, gracias al discurso, influir de modo eficaz en las personas, hubiera podido estudiarse como una rama de la psicología. Naturalmente, si los argumentos no son apremiantes, si no deben convencer necesariamente, sino que poseen cierta fuerza, la cual puede variar según los auditorios, entonces ¿acaso se la puede juzgar por el efecto producido? El estudio de la argumentación se convierte así en uno de los objetos de la psicología experimental, en la que se pondrían a prueba diferentes argumentaciones ante distintos auditorios, lo suficientemente bien conocidos para que se pudiera, a partir de estas experiencias, sacar conclusiones de cierta generalidad."

10, página 55: "nos parece preferible definir el auditorio, desde el punto de vista retórico, como el conjunto de aquellos en quienes el orador quiere influir con su argumentación…"

11, página 61: "En la argumentación, lo importante no está en saber lo que el mismo orador considera verdadero o conveniente, sino cuál es la opinión de aquellos a quienes va dirigida la argumentación."

12, página 71: "Toda argumentación que sólo esté orientada hacia un auditorio determinado ofrece un inconveniente: el orador, precisamente en la medida en que se adapta a las opiniones de los oyentes, se expone a basarse en tesis que son extrañas o incluso totalmente opuestas a las que admiten otras personas distintas de aquellas a la que se dirige en ese momento."

 13, página 72: "Los filósofos siempre procuran dirigirse a un auditorio de ese tipo [del tipo que acepta lo que dicen], no porque esperen conseguir el consentimiento efectivo de todos los hombres –pues saben muy bien que sólo una pequeña minoría tendrá ocasión de conocer sus escritos–, sino porque creen que a todos aquellos que comprendan sus razones no les queda más remedio que adherirse a sus conclusiones."

14, página 99: "Contrariamente a la demostración de un teorema de geometría, que establece de una vez por todas un nexo lógico entre verdades especulativas, la argumentación del discurso apodíctico epidíctico [antiguo denominación de la retórica para la el discurso demostrativo] se propone acrecentar la intensidad de la adhesión a ciertos valores, de los que quizá no se duda cuando se los analiza aisladamente, pero que podrían no prevalecer sobre otros valores que entrarían en conflicto con ellos."

15, página 120: Sobre los objetos de creencia o de adhesión: "Creemos que, desde este punto de vista, sería útil agruparlos en dos categorías: una relativa a lo real, que comprendería los hechos, las verdades y las presunciones; otra relativa a lo preferible, que englobaría los valores, las jerarquías y los lugares de lo preferible."

 

Octubre, 2025

             
             

 

 




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